15 julio, 2024
En el majestuoso y desafiante escenario de la pista central de Wimbledon, Carlos Alcaraz hizo danzar a Novak Djokovic. Se divirtió, celebró con el público y generó uno de esos inolvidables momentos «Alcaraz». Esos instantes en los que, al verle jugar, una sonrisa se dibuja en tu rostro, tus ojos se iluminan y una risa escapa de tus labios, lo suficiente para que tu pareja se acerque desde otra habitación preguntando si todo está bien. Alcaraz encarna la belleza del tenis, como lo hacía Roger Federer, combinada con la potencia de Rafa Nadal y la rapidez de Djokovic, pero lo que más destaca es su disfrute. Es difícil encontrar alguien que se divierta tanto y a la vez sea imparable en la cancha.
Este domingo, Alcaraz disfrutó como nunca para conquistar su cuarto Grand Slam, su segundo Wimbledon consecutivo, en lo que fue su obra maestra, el mejor partido de su vida, una celebración de su tenis y su persona. A los 21 años, ya es un genio en todos los golpes, ha madurado sin perder su alegría y ahora desafía a quien quiera intentar detenerlo. El año pasado, derrotar a Djokovic ya era un logro; este año, lo superó de manera aplastante. El serbio, el tenista más laureado con 24 Grand Slam y numerosos récords, fue reducido a un rival común en sus manos. Alcaraz ganó en solo dos horas y 27 minutos, desplegando el juego más completo que se le ha visto. Concentrado, fue el Alcaraz más veloz sobre la hierba, el mejor sacador, el más preciso, el más luchador y, por supuesto, el que más disfrutó. Solo le faltaron algunas dejadas para la perfección, pero esta vez no eran necesarias.
Lesionado en la rodilla derecha durante Roland Garros, Djokovic mostraba cierta lentitud y molestias, lo cual Alcaraz aprovechó moviéndolo sin cesar. Desde el primer juego, que fue interminable y donde el español logró un break en su quinto intento, Alcaraz no dejó de presionar y Djokovic cedió casi en todo momento. La efectividad del saque del español sorprendió al serbio, quien seguramente planeaba atacar sus segundos servicios, basándose en su bajo porcentaje de aciertos en este Wimbledon. Sin embargo, Alcaraz llegó a la final con su mejor saque. Más allá de la potencia, destacó en la colocación, concediendo pocas opciones: Djokovic solo tuvo tres bolas de break y convirtió solo una al final. La superioridad de Alcaraz no se debió a un solo golpe. Con sus puntos asegurados, adoptó un plan agresivo al resto. Cuando Djokovic dudaba en su saque, Alcaraz se adelantaba y atacaba al paralelo; si el serbio resistía, los intercambios posteriores casi siempre favorecían al español. Varias veces, Djokovic creía haber ganado el punto con una volea, una dejada o un derechazo con ángulo imposible, pero Alcaraz lograba superarle. Solo en el tercer set, cuando todo parecía perdido (nadie remonta dos sets desde 1927), el serbio lo dio todo y exigió más, pero ni siquiera así pudo vencer. El español, algo nervioso, desperdició tres bolas de campeonato con 5-4 y 40-0, pero no perdonó en el tie-break. Una dejada a la carrera, casi la primera exitosa del partido, selló la victoria.
El ganador de 24 majors, Djokovic, que ha visto y enfrentado a los mejores de la historia en su mejor momento, no pudo más que suspirar. Menudo calvario. A sus 37 años, su retiro no está lejos y cuando haga un recuento de su carrera, recordará la final de Wimbledon 2024 como el ascenso de un jugador que combina la belleza de Federer, la potencia de Nadal y su propia velocidad, mientras se divierte. Un día, Djokovic hablará de los momentos «Alcaraz» y solo podrá sonreír de oreja a oreja, iluminar su mirada y dejar escapar una risa que hará que su pareja venga desde otra habitación para ver si está bien.
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