13 diciembre, 2024
El próximo día 21 del presente mes, sábado, víspera de la celebración de ese Día de la salud para cuantos no resulten agraciados con la Lotería de Navidad, la localidad lucense de Vilalba celebrará una nueva edición de la feira do capón, ancestral evento gastronómico que hunde sus raíces en las nutridas mesas de los nobles gallegos de la Edad Media como bien nos recuerda Cunqueiro -inveterado comprador de los mejores ejemplares, dicen que pagando religiosamente cuanto le pedían- en su Cocina cristiana de Occidente y, aún, en los elogios que a esta exquisitez gastronómica le brindaba la Grecia clásica con Aristóteles describiéndonos los secretos de su crianza, además de, en la España del Siglo de Oro, Cervantes, Arzipreste de Hita o Quevedo. Que hasta el beato papa Pio IX lo tenía entre sus preferencias alimentarias, bien que en preparación a la siciliana -macerado varias horas en una reducción de champaña y trufas, con la que se regaba el capón una vez asado por el método tradicional como nos ilustraba el recordado periodista gastronómico gallego Cristino Álvarez/Caius Apicius-.
Reconocido por el Gobierno gallego como un producto con Indicación Geográfica Protegida hace tan solo tres años, en el 2017, algún historiador apunta a 1935 como la fecha en la que la feria de capones comienza a adquirir hábitos de continuidad en años sucesivos. Y el propio Cunqueiro dejó escrito en Cuando entra el otoño, aparecido en 1954 -como recoge Xosé María Palacios en La Voz de Galicia (28-12-2023)- “En tierras de Vilalba, el capón en su jaula, mientras dormita, ahorra mantecas y se apelota”. En todo caso, la feria tal como hoy se conoce cuenta en su haber con una larga tradición de más de medio siglo, además de sus otras señas de relevancia como son las ventas para los más diversos lugares de España o el creciente esmero en su crianza y presentación, sin que ello afecte lo más mínimo a las antiquísimas prácticas absolutamente artesanales en su cuidado y alimentación.
Con ese amplio bagaje gastronómico y cultural quiso el Concello vilalbés lograr la declaración de Fiesta de Interés Turístico Gallego -que, a falta de una más adecuada certificación absolutamente necesaria para este tipo de eventos tan estrechamente vinculados al medio rural, es el mal menor-, pero el insalvable muro de la burocracia lo impidió porque, al parecer, no se justificó debidamente ni el arraigo -se ve que Cunqueiro o el nobel Cela de pregonero de la feria en 1982 no son aditamento suficiente para tal reconocimiento- ni, tampoco, la singularidad del producto. Que en Galicia pegas una patada y te caen capones como hojas en ventolera otoñar. Y es que, como recordaba el viejo proverbio inglés, hay funcionarios que interpretan las leyes y hay imbéciles que las siguen al pie de la letra. ¿Se dará aquí este supuesto?.
Similar suerte, aunque por causa bien distinta, sufre la Festa do Queixo de Arzúa -harían bien en cambiar lo de festa por la más real y efectiva feira- en su intento de lograr para el evento, que el año próximo llegará al medio siglo de vida, el reconocimiento como Fiesta de Interés Nacional, que el gallego ya lo tiene de viejo.
Ocurre en este caso que la Corporación arzuana habilitó en 2014 por unanimidad al entonces alcalde, José Luis García, para presentar la referida solicitud, responsabilidad que tanto como regidor como, más tarde, siendo simple concejal le volvió a ser asignada, sin que a fecha de hoy se conozca el primero de los trámites formalizados.
En ambos casos y dado que el capón llegó a ser moneda de pago de curso legal -y lo sigue siendo aún para corresponder favores varios como bien saben los productores a través de los repetidos encargos año tras año -, no estaría de más reservar algunos de los más selectos ejemplares para derribar el muro de la burocracia o el largo lago de la indolente apatía. A ver si así.
Las dos citadas ferias, en denominación más acorde a las exquisiteces gastronómicas de que se trata, junto a la del Cocido de Lalín constituyen los grandes referentes gallegos, más allá de los sucedáneos que se dan en otros eventos, aunque también e incomprensiblemente reconocidos como de interés turístico, cuando se trata tantas veces más de un nada cuidado atiborrarse alimenticio -con la correspondiente dosis etílica- que del disfrute de exquisiteces en las que es rico este país. ¡Qué hasta en alguna fiesta de pretendida exaltación del pulpo autóctono, por ponerun ejemplo que se repite con otras viandas, lo que se ofrece es producto ajeno, marroquí en este caso -que, por cierto, en nada desmerece al gallego, salvo en el engaño-¡ Y ahí está la TVG para quien quiera ver todas esas exhibiciones rayanas en la mayor de las vulgaridades y polo miudiño.
Vilalba, Arzúa y Lalín iniciaron sus respectivas aventuras con una no descuidada vertiente cultural, con presencia de figuras de primer nivel, que, andando el tiempo se fue desvirtuando para optar, en el caso de Lalín, por la interesada presencia de los responsables de medios televisivos para garantizarse la oportuna proyección nacional, Vilalba se ceñía a lo ferial y Arzúa completaba con jornadas musicales y figuras del papel couché como reclamo pero enterrando aquel prometedor inicio de exaltación de esos productos también desde el plano de la cultura, que los situaban en las debidas coordenadas de la tradición. ¡Lástima!.
Alerta