20 noviembre, 2024
Más que conocido y polémico es el asunto del megaproyecto que la empresa portuguesa Altri pretende promover en Palas de Rei: una gran fábrica destinada a la producción de fibras textiles y celulosa sostenible. Si bien, a priori, este se presenta como una apuesta estratégica para posicionar a Galicia como un referente en la producción de textiles sostenibles, ha generado una fuerte oposición por parte de colectivos ecologistas y algunos sectores sociales que denuncian el alto consumo de recursos naturales, así como el impacto potencial en la biodiversidad local y la proliferación de monocultivos de eucalipto.
Esta oposición ha dado lugar incluso a grandes movilizaciones de rechazo a la instalación de la propia fábrica, aunque cabe señalar que no es este ni el primer ni el último caso en el que un proyecto empresarial de estas características genera una airada reacción entre la ciudadanía local.
Porque es cierto que parte de la sociedad gallega ha alzado la voz y se encuentra en pie de guerra contra Altri, e igual de cierto es que algo similar está sucediendo en la actualidad en Serbia, con el proyecto de la mina de litio más grande de Europa, aunque su peculiaridad es que dicho proyecto supone casi un asunto de Estado y un frente con enormes implicaciones geopolíticas a escala mundial.
Existen por tanto evidentes paralelismos entre el movimiento de rechazo a Altri y el que hace lo propio en Serbia con Rio Tinto, multinacional que promueve el mencionado proyecto, pero lo cierto es que el caso serbio resulta incluso más “importante”. Aquí te explicamos en qué consiste y el motivo.
EL ALTRI SERBIO
El proyecto de la mina de litio más grande de Europa, liderado por la multinacional angloaustraliana Rio Tinto, se ha convertido en uno de los temas más polémicos en Serbia. Valorado en 2.700 millones de dólares, esta iniciativa promete transformar al país en una potencia europea del litio, esencial para la transición energética de la Unión Europea. Sin embargo, para muchos serbios, especialmente los habitantes del valle del río Jadar, representa una amenaza directa al medio ambiente, a su calidad de vida y a la identidad rural.
Este pretende explotar unas reservas estimadas en 1,2 millones de toneladas de litio, lo que situaría a Serbia entre los principales proveedores europeos, junto con Alemania y la República Checa. La minería podría generar así miles de millones en ingresos y cientos de empleos, impulsando el crecimiento económico, pero los habitantes locales, agricultores y activistas medioambientales temen que la explotación de estos recursos destruya sus tierras, contamine el agua y degrade la calidad del aire debido al polvo y a los procesos químicos asociados.
Tanto es así que las protestas masivas han sido una constante en el país, con ciudadanos bloqueando carreteras y puentes para mostrar su rechazo. De hecho, encuestas recientes revelan que un 60 % de los serbios se opone al proyecto, mientras que solo una cuarta parte lo apoya.
La oposición incluye a partidos políticos, organizaciones ecologistas y sectores de la sociedad civil, lo que ha puesto en jaque al gobierno del presidente serbio, Aleksandar Vučić, que ha tratado de calmar los ánimos asegurando que la minería no comenzará antes de 2027.
Según reportan medios locales, esta resistencia, compartida por muchos vecinos, ha frenado la adquisición de terrenos por parte de Rio Tinto, complicando el avance del proyecto.
SERBIA ENTRE DOS AGUAS: UE Y RUSIA
La gran importancia de este proyecto reside en que el litio serbio no solo es una cuestión económica, sino también geopolítica, más si cabe para un país que en la actualidad “juega” con la equidistancia entre la Unión Europea y Rusia, o dicho de otra forma, que quiere fomentar sus relaciones y acercamiento a Bruselas pero sin molestar al Kremlin.
La propia UE ve en este proyecto una clave para reducir su dependencia de suministros asiáticos, especialmente en la producción de baterías para vehículos eléctricos. Líderes como Olaf Scholz y Ursula von der Leyen han defendido su importancia estratégica para la autosuficiencia energética del bloque.
Por otro lado, el presidente Vučić, navega entre Occidente y sus tradicionales aliados en Oriente, como Rusia y China. Aunque busca acercarse a la UE, no desea romper completamente con Moscú, de quien depende para el suministro de gas.
Para echar aún más leña al fuego y según informes de la inteligencia estadounidense de los que informaron diversos medios, Rusia podría estar fomentando la oposición al proyecto mediante campañas de desinformación, exacerbando los sentimientos antioccidentales en la población serbia.
UN RECURSO VITAL PARA EL FUTURO
La creciente demanda mundial de litio, prevista para alcanzar los tres millones de toneladas en 2030 según el Foro Económico Mundial, convierte a Serbia en un actor clave en el suministro europeo. Si se concreta el proyecto, la mina podría producir anualmente 58.000 toneladas, suficientes para fabricar baterías para 1,1 millones de vehículos eléctricos, cubriendo el 17 % de la demanda europea.
Pese a estas cifras, los serbios siguen divididos entre el desarrollo económico que promete el litio y el temor de convertirse en una fuente de materias primas explotada por Occidente, a costa de su medio ambiente y bienestar. La lucha por el litio, lejos de ser solo un conflicto local, se ha convertido en un símbolo de las tensiones globales entre potencias y de las decisiones estratégicas que marcarán el futuro energético del mundo.
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