3 noviembre, 2024
Aún haciendo abstracción del chovinismo a que nos impele el sentido de pertenencia a la hora de defender las cualidades del terruño propio -ya sea autonómico, municipal o parroquial- y fruto de la persistente lluvia fina gubernamental en la magnificación de unas pretendidas excelencias de lo autóctono que, en su idílico relato, no tienen parangón posible en otros lugares del ancho mundo, hay el convencimiento mayoritario entre la población gallega -éxito, como se señala, de la mentira mil veces repetida, que nos enseñaba Goebbels- de estar en el mejor de los mundos y geografías posibles, para envida de cuantos viven más allá del Padornelo o la Canda.
Un buen ejemplo, sobre el que habrá que volver otro día, es el afán xunteiro por promocionar turísticamente cuanto alcanza la vista y que nos devuelve ejemplos como la promoción de un río, sin oxígeno por la contaminación de sus aguas los meses de invierno y que en verano carece de caudal. Pues hasta en ese afluente encuentra el Gobierno gallego motivos para la satisfacción propia. Vean la web de la Xunta.
Y así, inmersos en esa realidad virtual o imaginaria, resultamos inmunes a las repetidas curas de humildad -menos de las necesarias- que la realidad nos devuelve en forma de datos estadísticos que desmienten la ensoñación permanente de ese paraíso. Especialmente cuando pasamos del turismo a las políticas activas, de la propaganda al convivir diario, de la euforia festiva al día a día de la economía.
Una de esas terapias de choque nos la acaba de brindar el Instituto Nacional de Estadística, quizá el último de los bastiones que aún no cayó en las garras del presidente Sánchez, al situar nuestro nivel de vida a la cola de España, por encima sólo de Ceuta y Canarias -por cierto, ninguno de ellos peninsular-.
De la calidad de la muestra, cabe apuntar que son nueve los parámetros contemplados, variables y amplitud suficientes como para otorgar fiabilidad al estudio y que ponen en evidencia la imperiosa necesidad de hacer autocrítica sobre las políticas gubernamentales que se llevan a cabo en este Noroeste español, tan lejos de la propaganda oficial.
Porque no es lo malo llevar años por debajo de la media estatal -índice que al menos nos aportaría el consuelo de los tontos-. Peor aún, décima a décima, cada año va empeorando ese nivel de vida en relación con el resto de España según la medición del INE.
Con la media nacional situada en 101,5 puntos, Galicia no alcanza dicho índice ni en trabajo -en el número 12 de España-, ni en salud -puesto 17 del total de 20-, ni ocio y relaciones sociales, ni en entorno y medio ambiente, ni en gobernanza y derechos básicos -en el puesto 18- y, por fin y como resumen, en el puesto 20, el último, en experiencia general de vida. Como se ve, materias todas de plena afectación y responsabilidad de las políticas llevadas a cabo.
Por el lado de las satisfacciones, que alguna hay, esta Comunidad destaca en educación, el mejor indicador de la encuesta -111,3 que le otorga el sexto lugar de España- y seguridad física y personal -105,2 puntos-. Lo que ratifica la idea del cronista de que es el departamento responsable de Educación lo poco que funciona bien en el Gobierno gallego, como tenemos repetido tantas veces, y esa alta y merecida estima en que la población tiene a nuestros fuerzas y cuerpos del Estado.
Del tirón de orejas que supone el estudio del INE debiera tomarse nota en San Caetano y preguntarse si acaso el tan alardeado retiro deliberativo de septiembre pasado en Sober sirvió para algo más que para la siempre necesaria confraternización entre compañeros.
Pero el estudio pasará, sin pena ni gloria, hasta que otra bofetada de realidad vuelva a situarnos en su sitio. Entretanto, el arriba citado chovinismo que ni en Portugal -“o melhor país do mundo”- y la adecuada compra -con pólvora del rey, es decir, el dinero de todos – de espacios en medios españoles de dudosa efectividad publicitaria pero que cumplen su función de turiferarios de los engreídos egos personales volverán hacer el inaudito milagro de tener engañados a todos todo el tiempo.
Una observación última, las eminentemente agrícolas Navarra y Rioja ocupan, a mucha distancia de Galicia, los primeros puestos de la lista. ¿Ni siquiera servimos para copiar lo bueno que se hace en otras latitudes de similares potencialidades a las nuestras?
Alerta