2 febrero, 2025
Si usted también ama a la insigne escritora gallega Rosalía de Castro coincidirá conmigo en que sus restos mortales deben ser trasladados al lugar donde deben estar.
Rosalía, además de ser discriminada y de sufrir por ser hija de soltera y por ser su padre un cura, sufrió mucho el machismo imperante de su época. Buscó canalizar su soledad y su tristeza con actividades artísticas y culturales, haciendo teatro en Santiago y participando en conferencias, pero también fue rechazada por ser mujer. Por eso, cuando cumplió los 19 años escapó a Madrid para formarse y convertirse en escritora. Pero también allí sufrió el rechazo de los círculos culturales restringidos a los varones.
Rosalía escribió en Madrid su primer libro, “La Hija del Mar”, en el que se puede leer: “¡Oh, Señor de Justicia, brazo del débil y del pobre! ¿Por qué no te alzas contra el rico y el poderosos que así oprimen a la mujer, que la cargan de grillos mucho más pesados que los de los calabozos, y que ni aún la dejan quejarse en su desgracia? Infelices criaturas, seres desheredados que moráis en las desoladas montañas de mi país (Galicia), mujeres hermosas y desdichadas que no conocéis más vida que la servidumbre, abandonad vuestras cumbres queridas en donde se conservan perennes los usos del feudalismo, huid de esos groseros tiranos y venid aquí (a Madrid) en donde la mujer no es menos esclava, pero en donde se le concede siquiera el derecho del pudor y de las lágrimas”.
Rosalía mandó publicar “La Hija del Mar” en Vigo, en 1859 , sin el consentimiento de su marido, a quien dedicó el libro, en el que escondía una crítica a Manuel Murguia, pues escribió en el prólogo: “Porque todavía no les es permitido a las mujeres escribir lo que sienten y lo que saben”. Al esposo de Rosalía no le debió hacer ninguna gracia, porque Murguía nunca hizo ninguna mención a ese libro.
Manuel Murguía había engatusado a la joven Rosalía en Madrid con sus críticas literarias favorables, y quizá con la promesa de promocionar su obra la dejó embarazada. No sabemos cómo lo hizo, pero Rosalía consiguió que Manuel Murguia se casara con ella, porque no estaba dispuesta a vivir el calvario que pasó su madre -madre soltera-, ni a que el hijo que llevaba en sus entrañas sufriera lo mismo que ella. La boda fue en Madrid, en la intimidad y sin invitados. Manuel no quiso que asistiera la madre de la novia.
Regresaron a Galicia, a Padrón, donde nació su primera hija. Su matrimonio no fue feliz, y tras ese parto Rosalía no volvió a tener más embarazos en diez años. Se mantuvo distante de Manuel, que pasaba largas temporadas fuera de casa: y por pudor y decencia Rosalia evitó lo que pudo que trascendieran sus infidelidades. Fueron años duros, y Rosalía escribió en Follas Novas, en un poema con carga autobiográfica: “Caín tan baixo, tan baixo…”
En una carta de Rosalía a Manuel Murguía de comienzos de 1862, tras recriminarle que no recibe cartas de él, escribe: “Pero no reñiremos por eso, cuando tan desdichados somos ya”. Y más adelante añade: “… nuestras circunstancias malditas cien veces”. También dejó escrito sobre su esposo: “Siempre le tuve más respeto que amor”.
Gracias a su actividad como historiador y escritor Manuel Murguñia se convirtió en líder intelectual del llamado Rexurdimento. El año 1863 le robó a su mujer unas poesías que ella había escrito en gallego para desahogarse, y las publicó en Vigo sin su permiso. A la vista del éxito de aquellos Cantares Gallegos, Murguía usó a Rosalía como referente de su movimiento galleguista, y le exigió escribir más. Vivieron otra temporada en Madrid, pero Rosalía se hartó porque, por ser mujer, no le pagaban mucho ni bien por sus escritos.
Convento de San Domingos de Bonaval. La puerta enrejada de la izquierda es la entrada a la iglesia, donde se encuentra el Panteón de Galegos Ilustres
Rosalía volvió a Galicia y siguió escribiendo. Su costumbre de decir las cosas claras le ocasionó problemas: un día un grupo de 200 seminaristas de Lugo apedrearon la imprenta que publicaba el Almanaque de Galicia por haber aceptado una colaboración de Rosalía en la que criticaba la hipocresía de algunos religiosos.
Rosalía no se amilanó. Su fama creció, pero los amigos de su marido empezaron a criticarla, diciendo que todo lo bueno que publicaba se lo escribía Manuel: porque no concebían que una mujer pudiera desarrollar una actividad intelectual.
Un día de 1881 apareció publicado en El Imparcial de Madrid un artículo de Rosalía relatando la inaceptable y machista costumbre llamada “prostitución hospitalaria”, que todavía perduraba entonces en algunos lugares de la costa gallega, y que consiste en que los hombres ofrecían a los marineros que acogían en sus casas el regalo de pasar la noche manteniendo trato carnal con sus esposas o hijas. Y los “rexionalistas” amigos de Manuel Murguía se lanzaron contra ella diciendo que quería desprestigiar a Galicia difundiendo mentiras. Rosalía se indignó, pero no tuvo el apoyo de su esposo ni de nadie.
Fue entonces cuando le dijo a Murguía que nunca más escribiría nada a favor del galleguismo; y en una famosa carta fechada en el pazo de Lestrove, en Padrón, le escribió: “Hazle presente al Editor de mi resolución de no volver a coger la pluma para nada que pertenezca a este país, y menos para escribir en gallego”. Y así lo hizo, y se centró en su magna obra poética “A las orillas del Sar”, la más profunda de todas, que fue publicada en 1884, escrita íntegramente en castellano.
Cuando Rosalía murió, su marido destruyó algunas de sus cartas y artículos, porque no le gustaron o porque no venían bien a sus propósitos políticos. También hizo desaparecer una obra que Rosalía había dejado preparada para publicar, la historia de su abuelo José Castro. Murguía y sus editores también manipularon fragmentos de sus obras, borrando párrafos feministas, o críticas a la formación que se impartía en la Universidad de Compostela; y también cambiaron la ortografía de las obras que escribió en gallego.
Y como colofón Rosalía sufrió el secuestro de su cuerpo. Nuestra querida escritora había pedido expresamente ser enterrada en el cementerio de Iria, en Padrón. Efectivamente, en la crónica de su muerte, ocurrida el 15 de julio de 1885, que fue publicada al día siguiente en la Gaceta de Galicia, el cronista, presente junto con la familia en sus últimos momentos, nos dice: “Dispone que se la entierre en Iria”; y relata que sus últimas palabras fueron dirigidas a su hija Alejandra: “Abre esa ventana que quiero ver el mar!”.
Su hija se encargó de que fuera enterrada en Padrón. Pero seis años después de su óbito la Asociación Regionalista Gallega, dirigida por su marido y por Alfredo Brañas, perpetraron una exhumación sin su consentimiento, y trasladaron su cuerpo a un mausoleo que habían hecho en Santiago, convirtiéndola contra su voluntad en musa y objeto de culto de su ideología, a pesar de que había renegado de ellos. El cuerpo de Rosalía continúa encerrado en Compostela, en el llamado Panteón de los Gallegos ilustres: y por ello el espíritu de Rosalía de Castro sigue llorando…
Este verano se cumplirán 140 años de la muerte de nuestra admirada poetisa. Buen momento para hacer justicia y que sus restos mortales sean devueltos a su querido cementerio padronés de Adina (Iria Flavia). Rosalía quiere descansar en paz, sin que los hombres le sigan imponiendo su voluntad. ¡Quiero ver el mar!, nos dijo. Tenemos que conseguir que su cuerpo vuelva al lugar donde ella quiso descansar para siempre.
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