21 noviembre, 2024
Xoán del Río / El envés de la noticia
La pírrica victoria conseguida ayer por el Gobierno Sánchez en el Congreso, con la aprobación del nuevo paquete fiscal luego de prometer una cosa y la contraria, quedó pronto desdibujada por la primera de las comparecencias en sede judicial de Víctor de Aldama, la persona que según los informes policiales que obran en los juzgados por el caso Ábalos-Koldo le sitúan como el gran muñidor de todas esas variables penales que salpican desde el número dos de Sánchez a la segunda autoridad del Estado, la presidenta del Parlamento, Francina Armengol -ayer deliberadamente olvidada- amén de ministros y destacados socialistas.
Porque, en efecto, Aldama acudió para tirar de la manta, para describir una bien conjuntada trama delictiva, con más brazos que un pulpo y con nuevos nombres que el declarante sumó al judicializado relato, singularmente al aludir a Pedro Sánchez como conocedor de sus andanzas “Gracias por lo que estás haciendo. Me tienen informado”, a Teresa Ribera y sus cuestionadas ayudas a la mujer del presidente, a varios ministros –Marlaska, Illa, Montero, Torres y hasta a funcionarios ministeriales de segundo nivel o el secretario de organización del PSOE, Santos Cerdán.
La declaración y la credibilidad que le quiera dar cada cual a lo manifestado ayer, a expensas de lo que determinen en su día -en un proceso que se aventura largo- los tribunales correspondientes, dibuja, sin embargo, algunas cuestiones que es preciso poner de relieve:
La primera, la presunción de inocencia que ampara a todos los aludidos y que la máquina del fango monclovita no suele respetar cuando son miembros de la oposición los sujetos de sospecha.
La segunda, que ni Aldama es un incauto chisgarabís que pasaba por allí ni el exmagistrado que le asesora, José Antonio Choclán, el “abogado de las estrellas”, un aprendiz recién llegado a la defensa de complejos casos judiciales, como bien saben Cristiano Ronaldo o el en su día condenado Baltasar Garzón. Ello da pie a pensar que es poco creíble que el denunciante haya querido inmolarse, hacerse el harakiri, autoimputándose por graves delitos, que hizo extensivos a buena parte del Gobierno, sin buscar nada a cambio o sin contar con pruebas suficientes como para mantener la veracidad de lo denunciado.
Es más, y esto lo sabe también el extremadamente nervioso Gobierno Sánchez; lo denunciado ayer no es sino un primer aperitivo que reserva para más oportuna -para el denunciante, claro- ocasión la traca final de confesiones que completen, allí hasta donde llegue su interés autoinculpatorio, el entramado completo de la trama delictiva.
Al margen de la credibilidad que se le quiera otorgar a lo declarado y que la agrupación de medios sincronizados ha comenzado ya a denostar, lo cierto es que todo lo dicho por Aldama encaja a la perfección, hasta el punto de perfeccionarlas, cual complejas teselas de múltiples lados en esa matriz del puzzle delictivo que desde hace meses fueron dibujando, con sus informaciones, los distintos medios de comunicación -calificados de fachosfera desde La Moncloa- y, refrendando lo publicado, los sucesivos informes de la UCO que obran ya en el Tribunal Supremo.
Tras lo escuchado, incluso cobra tintes de verosimilitud las denunciadas amenazas de Aldama recibidas en el penal de Soto del Real, donde está recluido por un distinto delito, y que serían las que le movieron a decidirse a colaborar con la Justicia para lograr la excarcelación y conseguir, al tiempo, el oportuno acuerdo de rebaja de penas, llegado el caso.
Como también cobra visos de creíble la explicación que a todos se nos ocurre sobre esos cerca de medio centenar de vuelos del Falcon gubernamental a la República Dominicana, allí donde parece que se cuece todo lo que tiene que ver con la trama y que el Gobierno achaca a meras necesidades de escalas técnicas.
Pero sea cual sea el recorrido que ahora se inicia en los tribunales tendente a esclarecer lo denunciado, es evidente que la actual legislatura desde el punto de vista político ha sido dinamitada por las acusaciones de Aldama, en sospechas que alimentarán la opinión pública de aquí a su final a expensas de que en esa traca final -o intermedias si las hubiere- el denunciante aporte denuncias determinantes que hagan explosionar, esta vez sí, el actual mandato constitucional.
Núñez Feijóo, acaso con más responsabilidad que convicción, se ofrece para poner fin a tanta basura que rodea al Gobierno, aunque sabe que el autor del Manual de Resistencia es capaz de aguantar por encima de las evidencias hasta la definitiva imputación, si es que llega. Lástima que el líder de la oposición se olvidara de añadir que el proceso que alienta no es otro que el de la moción de censura para la inmediata convocatoria electoral ¿No es así?.
Una de las últimas incorporaciones de Sánchez a la numerosa asesoría de que dispone en La Moncloa es el joven extremeño Diego Rubio como jefe del Gabinete del Presidente. Cargo que asume, según sus primeras declaraciones, para declarar la guerra a la “antipolítica”. Como se supone no contaminado dada su juventud, acaso pueda practicar esa lucha contra la antipolítica aconsejando a su jefe lo que cualquier mandatario de una democracia occidental haría en una ocasión como la presente.
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