
30 octubre, 2025
Juan M. Tallón Tarrío
Empresario
Altri, LuGaz… No se puede negar que algunos aspectos de estas reclamaciones tienen base técnica y ambiental legítima: el impacto visual, acústico, el riesgo para la fauna, la calidad del aire y el agua, y la insuficiente participación realista de las comunidades afectadas. Pero tampoco es menos cierto que muchas veces terminamos adoptando posturas maximalistas que impiden acuerdos razonables.
Y aquí surge el enigma. Galicia, con su abundante masa forestal y tradición agrícola-ganadera, debería ser el laboratorio natural para una economía circular e innovadora, basada en la valorización sostenible de estos recursos. Biomasa, biogás, lyocell, energías renovables y demás tecnologías limpias tienen el potencial de crear empleo rural, reducir la huella ecológica y rejuvenecer una economía en muchas zonas envejecida y despoblada.
Lograr esa armonización entre desarrollo y conservación, entre tradición y modernidad, entre las urgencias de la transición energética y la necesidad de proteger un medio milenario y vibrante. Exige un giro cultural hacia el diálogo abierto, la transparencia, los mecanismos efectivos para que la sociedad participe activamente en las decisiones industriales y energéticas y la construcción de propuestas que unan y no dividan.
Solo así, Galicia podrá aspirar a una industria que encarne su espíritu rural y su anhelo sostenible. Una industria que no sea vista como invasora, sino como creadora, que transforme sus bosques y campos en motores de futuro sin arrebatarles su alma. Un futuro donde la sostenibilidad sea patrimonio colectivo y la innovación un derecho compartido, sin renunciar al paisaje, a la cultura ni al orgullo ancestral.
Porque a Galicia le conviene, más que el conflicto… la alianza entre la tierra, la gente y su progreso.
Alerta