15 diciembre, 2024
Percival Everett es uno de los mejores escritores estadounidenses del momento. Y como tal ha recibido numerosos premios. Así, su novela Erasure (que, en España, editada por el sello “De Conatus”, llevó el título de Cancelado) recibió el pasado año el Óscar al mejor guión adaptado en la película American Fiction. Y del mismo modo, ésta, su más reciente novela: James, será llevada a la gran pantalla el próximo año, de la mano de Steven Spielberg, como productor ejecutivo de una esperada película que mostrará a los espectadores una sorpresiva y fascinante reinvención de Huckleberry Finn, tal y como Percival Everett la ha magistralmente recreado.
La admiración de Hemingway por Twain
Ernest Hemingway no fue precisamente conocido por su complacencia hacia otros escritores, pero incluso el que fuera célebre corresponsal de guerra en la Guerra Civil de España (en la que basó su novela Por quién doblas las campanas), sintió la necesidad de rendirse literariamente ante Mark Twain. Así, em 1935 Hemingway declaró que:
«Toda la literatura estadounidense moderna proviene de un libro de Mark Twain llamado Huckleberry Finn… Es el mejor libro que hemos tenido. Toda la escritura estadounidense proviene de él. No hubo nada antes. No ha habido nada tan bueno desde entonces.»
Hemingway alababa del libro “la voz jerga” y maliciosa del narrador de la novela, el muchacho Huck Finn, que utilizaba en la narración un argot sureño, directo y divertido, que saltaba de página en página.
Lo que ha hecho Everett en James ha sido cambiar al narrador de aquel inmortal viaje en balsa por el Mississippi, que ya no es el muchacho Huck, sino su compañero negro (esclavo, esposo y padre de una niña), James. Un hombre que huye de la esclavitud y que, como narrador, da sentido a cuantas aventuras acontecen a los dos amigos en su huida hacia ninguna parte, arrastrados por la corriente del Mississippi, “el padre de las aguas”.
James, complemento necesario de Huckleberry Finn
Cuando la reinvención de una novela resulta tan profundamente inspirada como ésta, acaba por convertirse en una obra complementaria y esencial de la novela original, hasta el punto de que no se puede imaginar volver a leer una sin la otra. Y esto es lo que acontece con el James de Everett, respecto a Huckleberry Finn de Twain.
Otra coincidencia: Everett, como Twain, es un humorista de primer nivel. Y como tal comienza su novela exponiendo alegremente los absurdos del racismo a través de lecciones de idioma que James imparte a su pequeña hija y a algunos otros niños negros compañeros y amigos suyos. Es crucial que estos niños aprendan a ponerse un «filtro de esclavo» cuando hablan porque, como dice James: «Los blancos esperan que hablemos de cierta manera y es primordial que no les decepcionemos».
Así, como improvisado maestro al aire libre, en la plantación del amo, James prueba lo que él llama «traducciones situacionales» con los niños:
Este picante tono de humor predomina a lo largo del primer tercio de la novela, que también se mantiene bastante cerca de la trama original de Twain: Huck, huyendo de su padre abusador, a quien se une James, esclavo en una plantación, quien se entera de que está a punto de ser vendido y se ve obligado a huir y a separarse de su esposa y de su pequeña hija.
Juntos, Huck y James, se esconden en la isla Jackson y luego se embarcan en una balsa de madera para navegar por el Mississippi, desafiando violentas tormentas y esquivando a imponentes vapores de ruedas que, aparecidos repentinamente sobre las aguas, parece que vayan a abalanzarse sobre ellos. Y también viéndoselas con cazadores de esclavos y estafadores que los utilizarán como moneda de cambio, aprovechándose de la debilidad de su situación, como fugitivos.
Pero a pesar de vivir aventuras y situaciones idénticas, las motivaciones que guían al Huck y al Jim de Twain (y al Huck y al James de Everett), son bien diferentes. Y si bien Twain decidió no dramatizar sobre la barbarie racista que predominó en los Estados sureños de los Estados Unidos, anteriormente a la Guerra de Secesión (1861-1865), Everett lo hace.
Es así como, gracias a la genial alternancia del humor mordaz con el dramatismo de algunas de las situaciones, los lectores llegarán a comprender que, para James, el Mississippi ofrece solo un refugio temporal y que, aunque le proporcione alguna posibilidad de reencontrarse algún día con su esposa y pequeña hija y recobrar la libertad, lo más probable es que el río que lo lleva no sea más que “una gran carretera hacia una aterradora ninguna parte».
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