27 octubre, 2024
Durante la última semana hemos tratado de desgranar punto por punto, apoyados en el inestimable trabajo del profesor Peña, todas las incógnitas, incongruencias, lagunas y demás detalles inconclusos acerca del trágico crimen de Asunta.
Todo esto, además, ha venido aderezado con la premisa que presentamos hace ya una semana y con la que justo iniciamos este informe: cuestionar la culpabilidad de Alfonso.
A lo largo de dicho informe hemos tratado de presentar a los lectores algunas de las claves en este sentido. Recuperando datos, corroborando, analizando y buscando una perspectiva diferente y hasta la fecha inédita acerca de lo que fue uno de los mayores (por no decir el mayor) y más controvertidos casos criminales de la historia de la capital compostelana.
Es justo por eso que hoy, domingo, y a modo de cierre para este informe, iremos directamente a los hechos, a las claves, al grano en lugar de a la paja y trataremos y resumiremos uno por uno todo cuanto sabemos, todo cuanto hemos recabado al respecto con la ayuda del profesor Peña y, principalmente, todos los indicios que nos llevaron a hacernos la pregunta que planteamos hace ya una semana: ¿Y si Alfonso Basterra no es tan culpable como dice la sentencia?
16 RAZONES
1 – “Alfonso Basterra fue juzgado tras un aluvión de noticias morbosas e inexactas durante dos años. Era imposible conseguir un jurado imparcial, que es garantía y requisito indispensable de un juicio justo”, sentencia el profesor Peña. A este respecto, nadie puede negar la cantidad de artículos y programas en los medios de comunicación más difundidos del país, donde Alfonso apareció como asesino y una suerte de monstruo depravado pederasta durante dos años antes de que el juicio se celebrara. Ningún jurado de nueve personas elegidas al azar entre la población poco culta de nuestro país puede ser imparcial tras dos años de titulares condenatorios.
2 – Los horarios no cuadran. Asunta salió andando de casa de Alfonso Basterra a las 17:15, por lo tanto no le dieron el orfidal durante la comida. “No tiene ningún sentido drogar a alguien con tranquilizantes para matarlo unas horas más tarde y luego dejar que se aleje, sin controlarlo. Dejaron a su hija irse a casa sola, disponía de teléfono fijo y celular, podría haber hablado con cualquiera. Sería un caso único en la historia, no estamos hablando de un detallito sino de algo verdaderamente absurdo y que requeriría pruebas muy convincentes”, destaca el profesor Peña.
El sedante que tomó no le habría permitido caminar si lo hubiera tomado cuarenta minutos antes de salir de casa de Alfonso, según la declaración de las expertas en toxicología. Una hora después la niña caminó hasta el coche y si hubiera tomado una doble sobredosis de orfidal en casa del padre, no habría podido caminar más de una hora después de haber salido de casa del padre.
“No sólo eso, para afirmar algo en un juicio hay que probarlo. El jurado consideró que la niña había tomado el tranquilizante en casa del padre, sin embargo, no hay ninguna prueba del momento exacto en que se ingirió, aunque si caminó entre las 18:14 y las 18:20 debió de haberlo tomado mucho después de las 17:15”, destaca Peña.
3 – El jurado condenó a Alfonso Basterra por ir con Rosario y la hija a la finca, pero no hay ni una sola evidencia que demuestre que este estuvo allí.
“La cámara grabó a Rosario y una persona bajita con camiseta blanca, que fue reconocida como Asunta, pero a nadie más. El jurado consideró que el padre, si no se le veía, podía ir escondido en la parte trasera, pero el tribunal superior y el supremo lo rechazaron, como “razonamiento poco racional”, destaca el profesor, quien insiste en que “no hay pruebas de que Alfonso acompañase a Rosario y hay pruebas de que el jurado actuaba irracionalmente, no se basaba en pruebas sino en prejuicios”.
4 – No hay grabaciones de las 37 cámaras analizadas que demuestren que Alfonso Basterra salió de su casa aquella tarde. El testimonio de una testigo que afirmó ver a Asunta y su padre juntos la tarde del crimen presenta múltiples incongruencias. La testigo dijo haberlos visto después de comprar unas zapatillas, cuya hora de pago (18:23) no coincide con el momento en que una cámara registró el coche de la madre alejándose de la ciudad a las 18:20 p.m., con Asunta en su interior. Además, otra cámara la captó a las 18:25 p.m. en la misma zona, contradiciendo su relato. La policía, que no verificó la hora de compra del ticket, tampoco comunicó estos detalles a la defensa, en contravención de las leyes procesales. A pesar de estas incoherencias, este testimonio fue tratado como creíble en el juicio, omitiéndose la posibilidad de que Asunta bajase al coche con su madre directamente desde su casa, sin la intervención del padre. Las dudas sobre este testimonio sugieren que el supuesto encuentro entre padre e hija en la calle puede haber sido interpretado erróneamente, alterando las conclusiones del caso.
5 – “Alfonso hizo una llamada desde su casa, en el centro de Santiago, a la casa de campo y a los teléfonos celulares de madre e hija. Esta llamada prueba indiscutiblemente que estaba en su casa cuando la madre estaba lejos, y cuando se cree que se preparaba para tirar el cadáver”, destaca el profesor Peña.
¿Alfonso la acompañó, para asesinarla, y luego la dejó sola para tirar el cadáver y recorrió cuatro kilómetros sin ser visto y sin que se sepa que vehículo utilizó?, ¿tiene sentido que este salga de casa para ayudar a meter a la niña en el coche, pero luego se quede y no la ayude en lo demás?
6 – El tribunal Superior de Xustiza de Galicia (TSXG) y el Tribunal Supremo consideraron que no había pruebas de que el padre hubiera ida a la finca y anularon esa afirmación del jurado. Pero no se repitió el juicio, lo condenaron a la misma pena, 18 años, por haber participado en la preparación del crimen y haber ayudado a la madre.
7 – Rosario era totalmente incompetente por su enfermedad, por tanto, tal y como argumenta el profesor Peña, “es absurdo que Alfonso planee algo con Rosario, y más absurdo que se encargue ella de todo lo difícil, y también absurdo, si ella se encarga de lo más difícil, que no pudiera ella darle el orfidal”, a lo que añade que “Rosario era muy dispersa, muy despistada, había delegado todas las gestiones en Alfonso, y estaba con una fuerte depresión en los meses antes de la muerte de Asunta. Planear un asesinato no la animaría mucho”. En definitiva, Alfonso jamás podría fiarse de las reacciones o del aguante de Rosario ante los policías.
8 – Alfonso apareció en la prensa como un depravado con fotos comprometedoras de su hija en el ordenador, aunque las fotos no eran tan comprometedoras y estaban, borradas, en el móvil que había sido propiedad de Rosario. Sin embargo, este apareció como un monstruo con propensión por las mujeres orientales, algo que no se demostró ni tiene relevancia para el caso.
Además, destaca Peña, “el ordenador fue registrado por la Guarda Civil, miraron los archivos borrados y no había ninguna foto de ninguna menor. Después de meses de filtraciones, en el juicio el agente declaró que había pornografía de todo tipo, no hizo ninguna mención a ninguna tendencia orientalista ni a ninguna menor”.
“Este rumor no fue inventado por los periodistas, se filtró cuando el caso estaba bajo secreto incluso para los abogados defensores, y ayudó a denigrar la imagen del acusado, es decir, anuló o perjudicó gravemente el derecho a un juicio justo”, destaca este.
Además, el relato mediático sobre Alfonso Basterra se vio empañado por informaciones sin verificar y sensacionalismo, especialmente en torno a sus contactos en redes y supuestos hábitos personales. Varios medios sugirieron que Alfonso mantenía una lista de contactos en Facebook con jóvenes asiáticas en poses eróticas, pese a que estas imágenes no figuraban en su perfil y sus contactos eran adultas, no menores. Además, la revista Interviú insinuó su asistencia a un burdel que promocionaba servicios de mujeres con aspecto aniñado, basándose únicamente en el testimonio de una trabajadora del establecimiento, una fuente sin corroborar y poco fiable. La publicación, conocida por pagar a personas en situaciones vulnerables para obtener declaraciones, no contactó con Alfonso ni verificó los detalles de su historia.
Otro rumor difundido sin pruebas fue la supuesta presencia de imágenes de la hija en el ordenador de Alfonso, un bulo ampliamente difundido en la prensa. Estas fotos fueron tomadas por la madre de Asunta y, tras ser borradas, estaban en el teléfono antiguo de la niña, no en los dispositivos de Alfonso. La falta de verificación en estas historias alimentó una narrativa distorsionada y dañina, que influyó en la percepción pública sin bases sólidas.
9 – Otro bulo fueron las palabras tan conocidas de «Tú y tus jueguecitos», pero Rosario dijo al padre «Tú y tus jueguecitos… ¿te ha dado tiempo a deshacerte de eso?», y él responde: «Calla, que a lo mejor nos están escuchando».
Simplemente fue inventado, pero se repitió en casi todos los medios de comunicación españoles, y pese a los desmentidos y los avisos, nunca lo han reconocido.
Este frase en las conversaciones entre Alfonso y Rosario se interpretó erróneamente como indicio de conducta sexual inapropiada. Sin embargo, en contexto, Rosario no se refería a fantasías sexuales sino a los comentarios y acusaciones que Alfonso hizo durante el divorcio, como el que ella ahogaba insectos con cojines, lo cual fue sacado de contexto en la investigación. Además, las palabras de Alfonso para que Rosario guardara silencio y mantuviera la calma eran recomendaciones legales de su abogado, no manipulaciones. La mala interpretación de estos detalles contribuyó a una imagen pública distorsionada.
10 – La imagen de Rosario como una mujer sometida a Alfonso, evidentemente no era cierta. “Rosario tenía muchas propiedades heredadas y Alfonso era un trabajador precario con ganancias mínimas para sobrevivir. Estaban divorciados por una infidelidad de ella. Él no tenía muchos ingresos y cuidaba de ellas, pero no era una relación de confianza y amor. Había una dependencia material mutua, él era el cuidador y ella le ayudaba económicamente”, destaca el profesor.
“No hay ninguna prueba de que Alfonso dirigiera a su mujer ni la dominara. Los amigos de la pareja, desde luego, cuentan todo lo contrario. Ella lo llamaba «mi secretario», tiene un amante, tras el divorcio siempre mostró una actitud despreciativa hacia Alfonso, se ríe de él en las cartas…”, añade este.
11 – No hay ninguna prueba de que Alfonso estuviera en casa de Rosario cuando Rosario denunció un ataque nocturno ni de que esa noche le hubieran dado orfidal.
12 – No existía ningún motivo comprobado que explicara por qué Alfonso Basterra quisiera asesinar a su hija. Las teorías sobre un «terrible secreto» carecen de sustento: si realmente hubiera una razón tan grave, no se explica por qué habrían intentado asesinarla en julio y luego dejado que se fuera de vacaciones, sin vigilancia, hasta septiembre. Tampoco resulta lógico que Alfonso, si fuera un “hombre astuto”, comprara Orfidal en una farmacia cercana, dejándose exponer innecesariamente.
Otra teoría sugiere que Rosario mató a sus padres, pero ambos fallecieron por causas naturales y sin indicios de intervención alguna. Rosario tampoco ganaba nada al apresurar su muerte, ya que ambos la apoyaban. Por otro lado, la hipótesis de abuso sexual tampoco tiene base, ya que en los registros exhaustivos de los dispositivos de Alfonso no se encontró material pedófilo. Todas estas teorías, sin pruebas reales, son especulaciones que no sostienen la acusación.
13 – “Todo se entiende mucho mejor si se supone que la madre actuó sola”, destaca el profesor Peña, así como que no hay ningún problema para imaginar un móvil si sólo pensamos en la madre: “era una persona desequilibrada, con depresión crónica, testimonios que hacen pensar en fases de exaltación o hipertimia, y había declarado a un psiquiatra que su hija la agotaba y que no podía más. Fue la madre la que se llevó a la hija, la que dijo que la había dejado en casa, la que dice que la hija fue atacada por un hombre vestido de negro, la que dice la hija que le daba los polvos blancos…”, argumenta.
14 – Según apunta el profesor Peña, el crimen de Asunta parece más un acto impulsivo que un plan detallado. Rosario, la madre, desactiva la alarma de su finca a las 6:30 y afirma haber dejado a su hija en casa a las 7, lo cual no se ajusta a una estrategia cuidadosa. Además, abandona el cuerpo en un camino forestal visible, junto a viviendas, sin intentar ocultarlo en un lugar menos accesible, como si hubiera decidido el sitio al azar, atraída quizá por la señal en gallego “camino forestal”.
Las cuerdas encontradas junto al cadáver tampoco llevan huellas, y existe otra cuerda separada, sugiriendo confusión o nerviosismo en el acto. Además, tres días antes Rosario había mencionado a una profesora que Asunta no asistiría a clase debido a un medicamento que la hizo sentir mal, algo incoherente si había un plan premeditado para usar sedantes en su contra.
15 – “La instrucción fue deficiente y parcial, se presentó como indicio cualquier nadería. Se usaron razonamientos circulares: como creo que es culpable, esto es sospechoso; como todo esto es sospechoso, creo que es culpable. Como es culpable, lo ha planeado. Es culpable porque lo ha planeado. Como es culpable, le dio orfidal a la hija durante la comida. Es culpable porque le dio orfidal a la hija durante la comida. Como es culpable, debe de ser pederasta. Es culpable porque es pederasta…”, explica Peña.
Por otro lado, la sospecha de que Alfonso escondiera su ordenador fue cuestionada, ya que podría haber sido pasado por alto por los agentes. Finalmente, el equipo fue encontrado intacto, sin haber sido manipulado ni con contenido inapropiado. Además, Alfonso cometió errores en su declaración, afirmando que Rosario y Asunta salieron juntas de su casa, aunque las cámaras y el testimonio de Rosario lo desmienten, lo cual sugiere falta de planificación detallada.
16 – Tal y como resalta el profesor, una persona ha de ser condenada con pruebas y razonamientos rigurosos, pero, a veces, cuando no hay pruebas, se admite la condena por indicios.
Para una condena basada en indicios, la ley española exige que estos sean variados, claros y comprobados, algo que no se cumplió en el caso de Alfonso Basterra. Los dos indicios en su contra son débiles. Primero, Alfonso compraba Orfidal para Rosario, algo normal dado que realizaba sus gestiones, y su consumo no tiene relación comprobada con el crimen. Segundo, la somnolencia de Asunta un día en clase se interpretó como efecto de Orfidal, aunque ella solo mencionó que su madre le daba “polvos blancos”, sin señalar al padre. Además, es incoherente pensar que Alfonso la llevaría a clase estando drogada si quisiera ocultar su estado. La falta de pruebas concluyentes y la ausencia de indicios adicionales refuerzan la idea de que las sospechas no estaban bien fundamentadas.
INFORME BASTERRA
Capítulo I – ¿Y si Alfonso Basterra, padre de Asunta, no fue tan culpable como dice la sentencia?
Capítulo II – Las 37 cámaras que nunca vieron a Alfonso y los hechos no probados
Capítulo III – ¿Una testigo «totalmente creíble»?
Capítulo IV – El orfidal
Capítulo V – Cómo el relato mediático dibujó a un monstruo llamado Alfonso
Capítulo VI – Una mujer subyugada frente un matrimonio de dependencia práctica
Capítulo VII – Del «tu imaginación calenturienta» al «¿te ha dado tiempo a deshacerte de eso?”. Las grabaciones manipuladas que solo contaban medias verdades
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