
4 octubre, 2025
Miro Carballo Couñago
Pintor y Dibujante
Recuerdo a Guillermo de la Dehesa, ex secretario de Estado de Economía, comentar en una conferencia que el veinticinco por cien de los empleados de banca eran potencialmente corruptos, y cada vez menos gracias a los elementos de control de las propias empresas. Este reconocimiento no implica decir que toda la banca es corrupta. Pero una parte de sus empleados lo eran en potencia.
Por curiosidad he buscado los casos judiciales de corrupción contemporáneos, es decir en democracia actual de nuestro País de los partidos políticos principales en participación, excluyendo los demás con sus corruptelas. Según datos oficiales nos encontramos con cuarenta y cinco casos. Cada uno con su nombre, y estado. Entre investigados, resueltos y en proceso, a estos dos partidos les corresponden casi cincuenta casos, de los cuales diecisiete son de la organización PSOE y veintiocho del PP.
La conclusión primera es que la política es corrupta por sí misma. Sin embargo si analizamos con cautela me parece una opinión equivocada. Me explico, sean la cantidad de casos que sean no tiene importancia alguna. No se trata de una competición, se trata de unos hechos que divididos en los años de democracia resultan a un caso de corrupción judicializada por año. Mal asunto. Si en consecuencia analizamos los casos e individuos implicados podemos sacar conclusiones. La principal es que se trata de políticos de uno y otro lado corruptos, no de Política corrupta. Cuestión que debemos diferenciar cautelosamente. Se puede observar que se trata de personas, delincuentes o mafias, pero nunca de actos por causa ideológica, si bien prevalece en todas el abuso de poder para beneficios económicos, casi siempre de carácter personal o de “partido”. Quiero decir que lo que se observa es que existen políticos corruptos, sin duda algunos no todos lógicamente, pero la política en sí misma no es corrupta.
Se considera a los políticos elegidos o nombrados, como representantes del pueblo en el mantenimiento, la gestión, y la administración de los recursos públicos. Dicho ordenamiento considera que un político debe velar por el interés general de los ciudadanos y mantenerse dentro de una ética profesional de servicio al pueblo y no hacia sí mismo.
El poder invita a la corrupción por parte de quién es corrupto por propia naturaleza, por tanto si se conoce el meollo de la corrupción pongan las medidas necesarias y elementos de control para detectar a este tipo de delincuentes que en la proporción que se aprovechan particularmente destrozan los pilares de las democracias y los partidos políticos.
Existen costumbres históricas que debemos de enterrar y a fuerza de padecerlas las hemos asumido como inevitables y normalizadas, haciendo bromas como en nuestra ciudad la razón de llamarle el “Pirulí” al actual Palacio de Justicia. Todo el mundo sabía que fue su construcción de hospital una oportunidad para “chupar” toda la clase política de aquel tiempo. O la concesión Vitrasa en el 68… pero esa es otra historia.
Cuidemos la democracia día a día, es muy fácil hacerla desaparecer.
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