26 noviembre, 2024
El único partido que jugó Diego Armando Maradona en el Estadio Riazor fue 6 de febrero de 1993 y quedará eternamente recordado por el grito de “Pisalo, Pisalo” de Carlos Salvador Bilardo, entonces técnico del Sevilla, en referencia a Alberto Albistegui, que había quedado muy golpeado tras un cruce con el jugador argentino. Fue ante el Deportivo La Coruña: luego de un saque lateral, Diego levantó el pie frente a Albistegui, que salía a anticiparlo, pero terminó golpeando en la cara a su marcador.
El médico del Sevilla ingresó para atender a Maradona, pero al ver que no tenía nada, decidió ayudar al defensor del Depor, que sangraba en el piso. Bilardo se enloqueció. “¡A Diego atendelo, a Diego!”, repetía el entrenador. Mientras se agarraba la cabeza, nació la frase que quedó para la historia: “Me quiero morir. Me quiero morir ¿Cómo vas a atender al otro? ¡Qué carajo me importa! ¡Pisalo! ¡Pisalo! ¡Al contrario, pisalo!”.
Otra de las anécdotas que vinculan al Diez con A Coruña aparece en la polémica serie de televisión “Sueño Bendito”, estrenada el pasado año: jugando para el Barcelona, quería ir con Bernd Schuster al partido despedida de Paul Breitner, justo en la previa a una final de Copa del Rey frente al Real Madrid. Al enterarse que la comisión directiva del club le había retenido el pasaporte para que no asistiera al encuentro, fue a la sala de trofeos y amenazó con romperlos a todos si no se lo devolvían: lo consiguió destrozando un Teresa Herrera contra el piso.
Pero viéndolo a la distancia, seguramente Maradona no hubiera coincidido con Bilardo en pisar a los jugadores blanquiazules, ni siquiera en llamarlos “contrarios”: en varias declaraciones comentó que tenía raíces gallegas y prometió visitar a su supuesta familia en Ribadeo, Lugo. Y aunque nunca se hizo realidad, gracias a su amistad con Lionel Scaloni y José “Turu” Flores, se lo puede ver en varias fotos y videos con la camiseta del Deportivo, como un hincha más, festejando el histórico título de La Liga de la temporada 1999-2000.
Y mucho antes, increíblemente, podría haber sido jugador del Celta de Vigo. Luego del descenso a Segunda División en 1977, el equipo vigués tenía como propósito volver pronto a la máxima categoría y buscaba un delantero. Las opciones eran dos: Diego, de solo 16 años y que acababa de debutar en Argentinos Juniors, o Juan Carlos Nani. Finalmente se decidieron por la “experiencia” del segundo, un fichaje que consideraban mucho más seguro.
El “Gringo” Nani convirtió solo 2 goles en los 18 partidos que jugó en el equipo celeste, mientras del otro lado del Océano, el “Pibe de Oro” empezaba a convertirse en la gran figura del fútbol argentino y a ser citado a la Selección Nacional. Luego pisó el Estadio de Balaídos en dos ocasiones: primero con vistiendo la camiseta del Barcelona en 1982, siendo la figura del encuentro en una goleada blaugrana 4 a 0 donde asistió a sus compañeros en dos goles del encuentro. Y diez años más tarde, jugando para el Sevilla, donde anotó un recordado tanto de tiro libre, en un partido en que los celestes terminaron perdiendo 2 a 1 y sufrieron cuatro expulsiones.
A pesar de su manifiesta simpatía hacia el Deportivo La Coruña y por la frustrada incorporación al Celta de Vigo, nunca tuvimos el placer de verlo jugar con la camiseta de un equipo gallego. Finalmente triunfó en Italia, llevando a la gloria al Napoli, el equipo de una ciudad de trabajadores, alejada de las grandes urbes ricas y subestimada hasta entonces: una especie de “Galicia profunda” que terminó siendo reconocida a nivel mundial.
Lo mismo hizo con su Selección Nacional; la victoria en el Mundial de México 86, además de mostrar el potencial futbolístico a todo el planeta, fue una de las pocas veces que Argentina tuvo un festejo que unió a todos por igual. Revalorizó el sentido de pertenencia y recordó que todas las provincias flamean la misma bandera que Buenos Aires. Y actualmente, mientras continúan las polémicas sobre su vida privada, acusaciones a su entorno y los juicios por la herencia, su figura sigue estando en boca de todos por temas que exceden lo deportivo.
Y aunque nunca vamos a perdonarle que haya roto un trofeo Teresa Herrera, al cumplirse cuatro años de su muerte y en el estricto sentido futbolístico, merece un gran homenaje Diego Armando Maradona, que con la pelota en los pies se disfrazó de héroe para regalarle alegría a los pueblos que más la necesitaban.
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