
Lado bueno - Lado malo
15 marzo, 2025
En los años finales del siglo pasado, cuando me encontraba sirviendo como Juez de Instrucción en Ferrol, coincidí demasiadas veces con un delincuente habitual que tenía una característica física muy llamativa que, sin duda, provocaba que todos los delitos que cometía se esclareciesen enseguida; de hecho el hombre se pasaba media vida a disposición del Juzgado de guardia. Este sufría una parálisis facial muy extendida, que le afectaba a la mitad de la cara. Un día, otra vez detenido, manifestó que quería aprovechar la ocasión para formular una denuncia contra los agentes de policía nacional porque, según decía, tras cometer un robo, le pegaron. En concreto, contaba que, al primer golpe, él les dijo: péguenme que están en su derecho, que me lo merezco pero, por favor, péguenme en la cara en el lado bueno y no en el malo. Según él, los agentes respondieron golpeándole en el lado malo. Su denuncia no quedó en un cajón, y se investigó.
Quizás por una suerte de justicia poética, así me siento yo ahora muchas mañanas en mi trabajo. Me explicaré. Sin duda, la Justicia en España sufre alguna suerte de parálisis que, más que facial, es estructural. Sin duda, la Justicia, como todas las cosas humanas, presenta una doble facies, buena y mala. Sin duda, los poderes ejecutivo y legislativo propenden a golpear al judicial; pasa en muchas partes. Pero es que en nuestro país estamos ante una verdadera avalancha de golpes, que merece alguna respuesta.
A título dialéctico, creo que podemos asumir buena parte de los golpes, digamos que en el lado bueno de la cara. Que el gobierno y quienes lo sustentan quieren reducir el poder judicial a un mero apéndice del ministerio de justicia es malo, pero vaya y pase. Al fin y al cabo también lo pretendieron con ahínco gobiernos de signo contrario y, en el fondo, responde a nuestra más acrisolada tradición histórica, régimen franquista y república incluidos. Que se pretende que no rija el principio constitucional de mérito y capacidad para el ingreso y ascenso en la carrera judicial, denostando el turno libre (e igualitario) y desbrozando accesos subrepticios para amigos y allegados, es pésimo, pero lo admito como admito pulpo como animal de compañía: eso de buscar atajos y enchufes es siempre una tentación muy española. Que se pretendan cercenar los escasos brotes verdes de democracia interna en la carrera judicial, integrando personal docente en la comisión de ética judicial, y trucando las elecciones a las salas de gobierno para que la asociación progresista (2,56% de sufragios en las últimas elecciones nacionales) pinte bastante más, es un verdadero aldraxe, pero entra dentro de la lógica de las cosas de cualquier gobernante con tentación autoritaria.
Pero, por favor, no más golpes en nuestro lado malo, que no los podremos soportar y dañan cosas que verdaderamente importan al ciudadano a quien nos debemos (se supone que todos los poderes públicos). No más leyes sustantivas y procesales de quita y pon, porque la seguridad jurídica se evapora; no más leyes con preámbulos que parecen normas y normas que parecen preámbulos, porque su rigor técnico es muy deficiente y su aplicación genera problemas de todo orden; no más caos organizativo so pretexto de modernizar los Juzgados e introducir los tribunales de instancia, porque en pocos meses nos encontraremos dentro de un laberinto que agravará nuestra delicada situación actual; no más ampliación competencial ilógica de los juzgados de violencia sobre la mujer manteniendo los mismos efectivos, porque si con los mismos medios judiciales y policiales nos empleamos en reprimir más unos delitos, otros quedarán (de hecho están quedando, véase el narcotráfico, Galicia incluida) sin persecución efectiva y sí sólo cosmética; no más penuria de recursos informáticos, personales y materiales en los juzgados y tribunales, porque así, sencillamente, es muy difícil trabajar. Podría seguir casi ad infinitum, pero estas líneas no pretenden ser un cuaderno de queja.
En fin, tras casi 35 años de servicio en la carrera judicial, me atrevo a implorar a nuestros gobernantes, parafraseando a aquel delincuente ferrolano: si están decididos a pegarnos, péguennos, aunque no nos lo merezcamos. Pero, por favor, que al menos nos propinen los golpes en el lado bueno y no en el malo, porque ahí alcanzan también directamente al ciudadano.
Alerta