13 abril, 2025
Cualquier cosa que toquemos en la vida cotidiana está marcada por modas cambiantes, caprichosas, ridículas e interesadas. La moda es un fenómeno cultural, social y económico que abarca la manera en que las personas se visten, comportan y consumen determinados estilos, tendencias y productos en un período de tiempo específico. A menudo refleja los valores, las preferencias y los cambios sociales de una época. Aunque las malas lenguas dicen que la moda se centra principalmente en la ropa, los accesorios y el diseño, representando la expresión individual y colectiva de identidad, clase social y pertenencia cultural, en realidad no hay casi nada que se escape a la moda. La moda es tan vieja como nuestra especie, marcada por sus costumbres y el mimetismo de manada, como reminiscencia de su origen. Un proverbio latino dice: “La moda es más poderosa que cualquier tirano”. Lord Chesterton, en Letters to His Son (1750), advertía a su hijo sobre fama y moda: “Si no estás de moda, no eres nadie”. No lo veía muy diferente Colley Ciber en Love’s Last Shift (1696): “Uno podría estar tan fuera del mundo como fuera de la moda”.
La moda se difunde a través de líderes de opinión, como celebridades, influencers y diseñadores. Su capacidad para marcar tendencias se basa en su visibilidad y estatus social. La teoría del contagio social sugiere que las personas tienden a imitar comportamientos visibles en figuras influyentes.
La clave psicológica para el éxito de una moda radica en varios factores que se relacionan con la psicología individual y colectiva. Estas claves explican cómo las tendencias ganan aceptación y se mantienen vigentes durante un tiempo. Los factores psicológicos clave son: (1) Deseo de pertenencia: Las personas buscan identificarse con un grupo social o cultural. La moda actúa como un símbolo de identidad grupal que refuerza el sentido de pertenencia. (2) Necesidad de diferenciación: Aunque existe el deseo de pertenencia, también hay una necesidad de destacar; la moda permite equilibrar estas dos tendencias: adaptarse a las normas sociales y, al mismo tiempo, expresar individualidad.
Esto explica por qué las modas incluyen variaciones para que las personas elijan estilos únicos. (3) Influencia social: La moda se difunde a través de líderes de opinión, como celebridades, influencers y diseñadores. Su capacidad para marcar tendencias se basa en su visibilidad y estatus social. La teoría del contagio social sugiere que las personas tienden a imitar comportamientos visibles en figuras influyentes. (4) Refuerzo de la autoestima: Usar algo que está de moda puede generar sentimientos de aceptación y confianza personal, ya que la moda valida la pertenencia a estándares culturales actuales. (5) Efecto de novedad y cambio: Los humanos están programados para buscar novedad, ya que genera estímulos positivos y satisfacción. La moda, al renovarse constantemente, responde a esta necesidad psicológica. (6) Ciclo de obsolescencia: La moda capitaliza la «obsolescencia percibida». Cuando una tendencia se vuelve común, deja de ser atractiva para ciertos grupos, lo que impulsa el surgimiento de nuevas modas. (7) Asociaciones emocionales: Las campañas de moda exitosas suelen vincular sus productos con emociones fuertes como felicidad, amor o éxito. Esto crea una conexión emocional que impulsa la adopción de la moda. (8) Narrativa cultural: Las modas exitosas cuentan historias que resuenan con los valores o aspiraciones del momento.
La moda es una autoridad psicológica que subyuga, humilla y minimiza la inteligencia, restando autonomía a la individualidad. En contra de lo que se intenta difundir como apologética, la moda homogeniza y masifica.
Por ejemplo, los movimientos de sostenibilidad han llevado al auge de la moda ecológica. Todo esto es lo que intentan explicar la teoría de la difusión de innovaciones de Rogers (1962) y la Psicología del consumo de Solomon (2017). La moda es una influencia redundante y circular donde la innovación es una fuente de subterfugios. Beaumont y Fletcher ya decían en el prólogo de The Noble Gentleman, en 1647, que “no se considera raro nada que no sea nuevo y se sigue; sin embargo, sabemos que lo que nació hace unos veinte años vuelve a cobrar gracia”. Eric Bentley señalaba en la introducción a Naked Masks: Five Plays by Luigi Pirandello (1952): “La moda, que eleva lo malo al nivel de lo bueno, posteriormente le da la espalda tanto a lo malo como a lo bueno”. Chaucer, en The Canterbury Tales (1387-1400) colocaba a la moda en el pasado: “Nunca hay una nueva moda, sino una vieja”. La moda es una costumbre finita de vida efímera. En el número de Life del 19 de agosto de 1957, Coco Chanel confesaba que “la moda está hecha para pasar de moda”. En el New York World del 21 de agosto de 1960, Jean Cocteau decía: “El arte produce cosas feas que con el tiempo se vuelven hermosas. La moda, en cambio, produce cosas hermosas que con el tiempo se vuelven siempre feas”.
La moda es una autoridad psicológica que subyuga, humilla y minimiza la inteligencia, restando autonomía a la individualidad. En contra de lo que se intenta difundir como apologética, la moda homogeniza y masifica. En su Devil’s Dictionary (1881-1911), Ambrose Bierce la define como “un déspota a quien los sabios ridiculizan y obedecen”. Ovidio, en The Art of Love, del año 3 de nuestra era, decía: “No puedo seguir todos los caprichos de la moda; cada día, al parecer, trae un estilo diferente”. En el capítulo On Fashion de su obra Sketches and Eassays (1839), William Hazlitt es bastante cáustico: “La moda es el resultado abortado de la vana ostentación y del egoísmo exclusivo: es altiva, frívola, afectada, servil, despótica, mezquina y ambiciosa, precisa y fantástica, todo ello sin sujeción a ninguna regla y obligada a acomodarse a todos los caprichos del momento”. En Lacon (1825), Charles Caleb Colton (1825) manifiesta: “La sonrisa de la moda ha dado ingenio a la monotonía y gracia a la deformidad”; y añade: “Las damas de la moda matan de hambre su felicidad para alimentar su vanidad y su amor para alimentar su orgullo”. Shakespeare, en Much Ado About Nothing (1598), pone una cierta nota de ironía: “La moda desgasta más la ropa que el hombre”; y Voltaire, en su Philosophical Dictionary (1764), apunta: “Es la fantasía, más que el gusto, lo que produce tantas modas nuevas”.
La medicina, la propia enfermedad, los tratamientos también son esclavos de la moda, bajo presión del marketing y de los poderes fácticos que pueden sacar beneficio de esa moda.
Sin ánimo de juzgar el virtuosismo de la fantasía ni la subjetividad del gusto, resulta complicado encontrar sentido a muchas modas: antes era la melena, después la cabeza rapada; a la permanente la aplastó el pelo liso y las coletas; al guateque lo suplantó el botellón; el pantalón ancho, flotante, se estrechó para estrangular las piernas, y la retirada del cinturón provocó la exposición de las nalgas; al bañador que lo tapaba todo siguió el biquini; un cachito de falda midi fue suficiente para la minifalda; a la rechonchez siguió la flaqueza (aunque más de un 30% de la población es obesa); el aceite de girasol se hizo malo y lo devoró el de oliva; el vino blanco no pudo con el resveratrol del tinto; el bótox y el hialurónico deformaron la belleza de lo natural; la masculinidad de los pelos del pecho sucumbió a la rasura de lo lampiño; la música fue destruida por el ruido; el hombre de estado fue destronado por el político cortoplacista, ignorante y desocupado; los XX y XY ahora son ZZ; los pronombres personales con “o” y “a” ahora llevan “e”; el cuerpo a cuerpo dejó paso a drones y misiles; la sepultura se encogió en forma de bote con polvo incinerado; y el cielo y el infierno ahora son burdeles.
La ciencia tampoco escapa a la moda. Ya nuestro sabio Baltasar Gracián decía en 1647 “incluso el conocimiento tiene que estar de moda, y donde no lo está, es prudente aparentar ignorancia”. La medicina, la propia enfermedad, los tratamientos también son esclavos de la moda, bajo presión del marketing y de los poderes fácticos que pueden sacar beneficio de esa moda. La penicilina, el valium, la aspirina tuvieron su momento. La moda de la marihuana, la cocaína y la heroína fue parcialmente suplantada por el fentanilo. Ahora vivimos la moda de las estatinas para el colesterol; el omeprazol y parientes sucedáneos para el estómago; y la semaglutida para bajar de peso. Pronto la moda los desplazará por otros compuestos químicos que quitan síntomas, pero no siempre preservan la salud. Multitud de teorías patogénicas van cambiando de nombre y enfoque en base a la moda del momento, impuesta por líderes de opinión, por la industria o por gobiernos cómplices, alineados a intereses económicos. La tragedia COVID-19 puso de moda las vacunas, sin analizar sus riesgos; una moda que hizo ricos a muchos y desgraciados a no pocos. Si viviera hoy George Bernard Shaw, quizá usaría la misma expresión que en The Doctor’s Dilemma (1913): “Las modas, después de todo, no son más que epidemias inducidas”.
La moda nos condena a muchas locuras; la mayor es hacerse su esclavo
Napoleón apuntaba en sus Maxims (1804-1815): “La moda nos condena a muchas locuras; la mayor es hacerse su esclavo”. La sumisión a la moda puede llevar a la despersonalización y a la dispersión total en el magma de la masa amorfa; y, aún buscando la diferenciación, los esclavos de la moda pueden caer en el redil de los que Eric Hoffer habla en The Passionate State of Mind (1954): “El miedo a convertirse en pasado impide a muchos llegar a ser algo”. La receta de Alexander Pope en An Essay on Criticism (1711) puede ser de utilidad: “No seas el primero en probar lo nuevo, ni el último en dejar de lado lo viejo”.
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