24 noviembre, 2024
Catedrático de Medicina Genómica
En los últimos años, Estados Unidos y la Unión Europea han observado tasas significativas de hospitalización debido al abuso de drogas. En Estados Unidos, el abuso de opioides sigue siendo una de las principales causas, con incidentes de sobredosis anuales que superan los 100.000, muchos de los cuales resultan en atención de emergencia o ingreso hospitalario. Las hospitalizaciones relacionadas con el abuso de drogas, específicamente por opioides y estimulantes, han aumentado de manera constante, impulsadas por las tendencias de uso conjunto de opioides sintéticos potentes y estimulantes. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) estiman miles de hospitalizaciones relacionadas con opioides al año, lo que pone de relieve un problema crítico dentro del sistema de atención médica de Estados Unidos.
En Europa, se observan tendencias similares con las hospitalizaciones por abuso de drogas, particularmente asociadas con opioides, estimulantes y la creciente presencia de drogas sintéticas. En 2020, el Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías (OEDT) informó de un aumento de las admisiones debido a toxicidad aguda de medicamentos y sobredosis en los países de la UE. Al abordar estas hospitalizaciones, ambas regiones enfatizan medidas preventivas, mejor acceso al tratamiento de adicciones y estrategias de reducción de daños para reducir la presión sobre los sistemas de salud.
«En la Unión Europea se ha estimado que de un 18.7% al 56% de todos los eventos adversos entre los pacientes hospitalizados son debidos a errores de medicación, y por lo tanto serían evitables»
En la Unión Europea se ha estimado que de un 18.7% al 56% de todos los eventos adversos entre los pacientes hospitalizados son debidos a errores de medicación, y por lo tanto serían evitables. A nivel ambulatorio se ha estimado una frecuencia de errores del 7.5% durante la prescripción, y un 0.08% durante la dispensación. A nivel hospitalario, las frecuencias son mayores: del 9.1% en la prescripción y del 1.6-2.1% durante la dispensación.
Los medicamentos más vendidos a nivel mundial están dominados por tratamientos para enfermedades autoinmunes, cáncer y diabetes, lo que refleja una fuerte demanda de terapias avanzadas en estas áreas. En 2024, la lista está encabezada por Humira (Adalimumab) de AbbVie, un anticuerpo monoclonal utilizado para enfermedades autoinmunes, que mantiene altas ventas a pesar de la competencia de biosimilares. Otros actores importantes incluyen Keytruda (Pembrolizumab), una inmunoterapia de Merck utilizada en el tratamiento del cáncer, y Comirnaty, la vacuna COVID-19 de Pfizer-BioNTech. Otros medicamentos importantes son Eliquis (Apixabán) para afecciones cardiovasculares y Ozempic (Semaglutida) para la diabetes tipo 2 y el control de la obesidad.
«En España, algunos de los medicamentos más vendidos en los últimos años han estado dominados por analgésicos, medicamentos cardiovasculares y tratamientos para enfermedades crónicas»
Otros medicamentos clave en el top 10 incluyen Enbrel (Etanercept), otro tratamiento autoinmune; Imbruvica (Ibrutinib) para el cáncer; Dupixent (Dupilumab), un antiinflamatorio para el asma y el eccema; Jardiance (Empagliflozina) para la diabetes; y Xarelto (Rivaroxabán), otro anticoagulante. La demanda continua de estos fármacos pone de relieve la prevalencia mundial de estas enfermedades y la inversión sostenida en terapias innovadoras en estas áreas.
En España, algunos de los medicamentos más vendidos en los últimos años han estado dominados por analgésicos, medicamentos cardiovasculares y tratamientos para enfermedades crónicas. Algunos ejemplos son: Nolotil (Metamizol): un analgésico y antiinflamatorio común ampliamente utilizado para el dolor y la fiebre; Paracetamol: para aliviar el dolor y reducir la fiebre; Adiro (Aspirina): se usa a menudo en dosis bajas por sus propiedades anticoagulantes, que previenen los coágulos sanguíneos; Enantyum (Dexketoprofeno): otro analgésico popular, principalmente para el dolor de corta duración; Eutirox (Levotiroxina): una hormona tiroidea sintética utilizada en el hipotiroidismo; Ventolín (Salbutamol): se prescribe comúnmente para el asma y otras afecciones respiratorias; Sintrom (Acenocumarol): un anticoagulante para pacientes con riesgo de coágulos sanguíneos; Orfidal (Lorazepam) y Lexatin (Bromazepam): benzodiazepinas utilizadas para la ansiedad y síntomas relacionados.
«Los altos niveles de estrés, ansiedad y depresión prevalecen en muchas sociedades desarrolladas, y el consumo de sustancias se suele utilizar como mecanismo de afrontamiento. Los problemas de salud mental, en particular entre los adultos jóvenes, se asocian con un mayor riesgo de abuso de sustancias»
Estos fármacos reflejan tanto las necesidades de la población envejecida como las dolencias crónicas comunes en España, así como la dependencia general de los analgésicos y los tratamientos cardiovasculares. La demanda de estos medicamentos sigue siendo alta en varias regiones de España, lo que respalda el enfoque del sector farmacéutico en los antiinflamatorios no esteroideos y el tratamiento de las enfermedades crónicas.
El abuso de drogas en los países desarrollados está influenciado por una combinación de factores biológicos, psicológicos y sociales: (i) Estrés psicológico y problemas de salud mental: Los altos niveles de estrés, ansiedad y depresión prevalecen en muchas sociedades desarrolladas, y el consumo de sustancias se suele utilizar como mecanismo de afrontamiento. Los problemas de salud mental, en particular entre los adultos jóvenes, se asocian con un mayor riesgo de abuso de sustancias. (ii) Accesibilidad y factores socioeconómicos: Los países desarrollados suelen tener mayor accesibilidad a las drogas, tanto a los medicamentos recetados como a las sustancias ilícitas. Las prescripciones de opioides, por ejemplo, aumentaron en países como los EE. UU. durante la década de 1990, lo que provocó altas tasas de abuso. Los factores socioeconómicos como el desempleo y el aislamiento social también pueden aumentar la susceptibilidad al abuso de drogas. (iii) Normas culturales y sociales: En algunas naciones desarrolladas, el consumo social y recreativo de drogas está más normalizado, lo que puede conducir a una mayor aceptación y mayores tasas de consumo. La percepción del consumo de drogas como parte de la vida social puede contribuir a la experimentación y la dependencia. (iv) Predisposición genética y biológica: Ciertas personas tienen una predisposición genética a la adicción, ya que los estudios han demostrado que los genes pueden influir en la forma en que el cerebro responde a las sustancias, lo que hace que algunas personas sean más vulnerables a desarrollar dependencias. (v) Presión por el rendimiento y cultura de la productividad: Muchas personas en los países desarrollados enfrentan altas expectativas en su vida académica y profesional, lo que puede llevar al uso indebido de estimulantes u otras sustancias para mantener la productividad y la concentración. (vi) Mercadotecnia e influencia de las empresas farmacéuticas: Las prácticas de comercialización agresivas de las empresas farmacéuticas, en particular en la década de 1990 y principios de la década de 2000, contribuyeron a la crisis de los opioides en países como los Estados Unidos. Dichas prácticas pueden crear dependencia de los medicamentos recetados y conducir al abuso de sustancias.
Estos factores interactúan de manera compleja, y el abuso de sustancias a menudo es el resultado de múltiples influencias interrelacionadas en lugar de una sola causa. Las iniciativas sociales y de salud pública, como el apoyo a la salud mental, regulaciones más estrictas de la prescripción y la educación sobre los riesgos del consumo de sustancias, son estrategias clave para abordar estos desafíos.
«En nuestro país se consume mayor cantidad de benzodiazepinas (fármacos utilizados para tratar la ansiedad y el insomnio) que en cualquier otro. En 2021, una media de 110 personas de cada 1.000 consumían al menos una dosis de benzodiazepinas al día»
En España, los fármacos psicotrópicos que se recetan con más frecuencia son los ansiolíticos, los antidepresivos y los hipnóticos, con una tasa de prescripción especialmente alta de medicamentos como las benzodiazepinas para la ansiedad. Esta tendencia ha experimentado un aumento constante, en particular durante y después de la pandemia de COVID-19, ya que los médicos de cabecera suelen recetar estos medicamentos para abordar problemas de salud mental debido al acceso limitado a los servicios de apoyo psicológico. Según el Ministerio de Sanidad español y la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), el uso generalizado de estos medicamentos refleja la necesidad de intervenciones de salud mental más integrales, ya que España se encuentra entre los primeros países de Europa en cuanto al uso de ansiolíticos.
En España se consume mayor cantidad de benzodiazepinas (fármacos utilizados para tratar la ansiedad y el insomnio) que en cualquier otro país. En 2021, una media de 110 personas de cada 1.000 consumían al menos una dosis de benzodiazepinas al día en España, según el último informe de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE), organismo de las Naciones Unidas que vigila el consumo de drogas legales. En los últimos diez años, el número de personas que consumen psicofármacos en España ha pasado de una media de 82.50 dosis diarias por cada 1000 personas a 93.04.
Aunque las causas son complejas, los dos principales protagonistas en el consumo inadecuado de medicamentos son el prescriptor y el consumidor. El prescriptor tiene una gran responsabilidad en facilitar el abuso y el mal uso de fármacos, porque -como decía William Osler en sus Aforismos– “una de las primeras obligaciones de todo médico es educar a las masas a no consumir medicamentos”. Osler añadía en Aequanimitas: “La medicación imperativa -la prescripción de medicamentos para cualquier enfermedad- ya no se considera la función principal del médico”. También merecería la pena tener en cuenta la reflexión de Martin H. Fischer: “Un hombre que no puede trabajar sin su aguja hipodérmica es un mal médico. La cantidad de narcótico que utiliza es inversamente proporcional a su habilidad”. Los médicos no deben olvidar nunca que no hay dos pacientes iguales y, consecuentemente, no pueden prescribir lo mismo por protocolo. El protocolo, además de restar valor y profesionalidad al médico, reduce a los pacientes al nivel de manada. Hoy, los médicos pueden personalizar el tratamiento farmacológico, mediante el uso de la farmacogenética, con lo que podrán optimizar la seguridad y eficacia de cualquier medicamento y reducir toxicidad y costes farmacéuticos innecesarios en más de un 30%. Un pionero -en cuya época no había farmacogenética- fue Karl Frederik Wenckebach, que en el segundo volumen de Lancet de 1937 decía: “Debo mi reputación al hecho de que uso digital en dosis que los libros de texto dicen que son peligrosas y en casos que los libros de texto dicen que no son adecuados”. El médico no puede estancarse en lo que dicen los libros de texto y -quizá menos- en lo que le aconseja y presiona el márketing farmacéutico, que lo que busca es la venta a granel.
Y por lo que al consumidor se refiere, puede que Dr. Google sea un mal consejero, habiendo buenos y honrados médicos a mano -tan gratis como Internet. El consumidor debe ser responsable de lo que introduce en su cuerpo; y relativizar el valor de lo que consume. Un viejo proverbio dice: “La medicina cura al hombre que está destinado a no morir”. Ya el médico griego Herófilo, del 300 a.C., decía: “Las medicinas no son nada en sí mismas, si no se usan adecuadamente, si no se emplean con razón y prudencia”. El mismo Fischer señalaba que “la mitad de los medicamentos modernos podrían perfectamente tirarse por la ventana, salvo que los pájaros podrían comérselos”.
Nadie duda que los fármacos clásicos y modernos salvan muchas vidas a diario cuando están bien prescritos. Y nadie duda de que todavía estamos muy lejos de ser capaces de vencer a la enfermedad solamente con fármacos. Ahora, el exceso, el consumo de lo innecesario, está convirtiendo el mal uso de fármacos en el tercer problema de salud en países desarrollados. La inteligencia de un país o de una sociedad avanzada también se mide por el buen uso que se haga de los recursos disponibles; y a todos nos conviene recordar -dentro y fuera del ámbito médico- que el principal mandamiento hipocrático es: “Lo primero, no hacer daño”.
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