19 octubre, 2024
Dice el Diccionario de Gallego, que “rabuñar”, significa en su primera acepción, “ferir coas uñas ou cun obxecto aguzado”. En segundo lugar “facer marcas nunha superficie lisa” y por último “roubar algo con destreza e agudeza”.
Podríamos decir entonces que el Poder Ejecutivo y el Poder Judicial, están “rabuñándose” uno a otro, haciéndole flaco favor al principio de independencia que debe regir sus relaciones por mandato constitucional.
Hagamos un poco de memoria: le imputación de Begoña Gómez, señora de Sánchez, conllevó la querella de esta contra el Juez instructor, a lo que se opuso la Fiscalía. Ahora es el Fiscal General del Estado -nombrado según Ley Orgánica por el Presidente del Gobierno- quien está siendo investigado por presunta revelación de secretos. A mayor abundamiento, el PP ha intentado querellarse contra el PSOE porque su objetivo, dice Feijóo en el ejemplar del 17 de octubre de El País, es “echar a Sánchez”, olvidándose pese a haber estudiado Derecho que los juzgados no son los lugares en que deban dirimirse vendettas políticas.
Es más, utilizar el poder judicial para atacar al contrario, supone poner en peligro la necesaria independencia de éste en la que a algunos, ya nos cuesta trabajo creer.
Me pregunto yo quién está gobernando la nave del Estado, mientras políticos, fiscales y jueces están “arañándose” unos a otros en vez de ocuparse de la cosa pública. Y teniendo en cuenta que los juristas de a pie estamos pendientes de decisiones esenciales para nuestro futuro, esta especie de vacío en la gestión me tiene francamente preocupada, puesto que mientras utilizan los Juzgados para sus rencillas personales, no están gobernando que es para lo que yo, al menos, fui a votar. No sé cómo pueden seguir pidiéndonos a los ciudadanos que, en un acto de fe realmente magnánimo, aceptemos que las altas instituciones de nuestro Estado están velando por el bien común, porque la imagen que transmiten es la de una pelea de matones en un patio de colegio.
Dicho lo cual, repasemos cómo están las cosas aquí en casa.
Resulta que el Decano del Colegio de Abogados de Santiago, Francisco Javier Rabuñal Mosquera, acaba de tomar posesión del puesto de presidente del Consello da Avogacía Galega en el marco incomparable del Museo do Pobo Galego. Lo hizo el 4 de octubre, una semana después de la manifestación de abogados, procuradores, ¡Decanos!, llevamos a cabo para poner fin a la situación privilegiada de la mutua, que ha secuestrado nuestros ahorros. Ahora, además, se nos unen con la misma reivindicación otros colegios profesionales contrarios a la gestión de sus mutuas, como los arquitectos, aparejadores y gestores.
Sin duda la cercanía entre el acto reivindicativo y la toma de posesión impidió que el Decano Rabuñal, no acudiese con los letrados y procuradores a Madrid, puesto que, en su discurso, dejó muy claro que quiere lo mismo que nosotros, por lo que sin duda su deseo, hubiera sido estar a nuestro lado bajo un sol de justicia y nunca mejor dicho.
Yo me quedé muy tranquila, cuando supe que mi Decano considera que uno de los fines de la entidad que lidera, es “la defensa de los derechos de los abogados y abogadas” e igualmente, me tranquilizó saber que el Decano Rabuñal, “no escatimará en esfuerzos para conseguir un incremento de presupuesto para mantener la Justicia Gratuita”, sostenida por los letrados del Turno de Oficio, que, por cierto, llevan casi un año de huelga.
Me llenó de satisfacción saber que Rabuñal, vaya a pelear por el derecho a una pensión digna, y que “neste sentido, o Consello da Avogacía Galega non cederá no seu esforzó por esixir que todos os colexiados poidan gozar dunha pensión suficiente”.
En el solemne acto de toma de posesión, el Decano Rabuñal transmitió una imagen de firmeza. De sacar las uñas en defensa de sus compañeros, vaya.
-Claro que a estas alturas me hubiera producido mayor confianza, haberlo visto una semana antes reclamar exactamente lo mismo por lo que dice que va a luchar, en la manifestación señalada y en que participaron varios Decanos en un ejercicio de congruencia y humildad.
-También le creería más si ya se hubiera reunido con sus compañeros abogados, que le han pedido hace 4 meses que informara de las negociaciones con la Xunta sobre los nuevos baremos y que, a día de hoy, siguen esperando que tenga a bien convocarlos.
-Me hubiera sentido más tranquila, si no supiera que las guardias que hacen mis compañeros del Turno de Oficio se pagan a 58,59 miserables euros, con los que cada hora de las 24, se paga a 2,4 € y además, no cotizan. Añado que la guardia por Violencia de Género se está pagando a 36, 83 €.
Pero como cuando vienen las noticias, lo hacen todas juntas, resultó que casi al mismo tiempo que D. Francisco lucía nuevo puesto entre el frescor de las piedras del Museo do Pobo Galego, se celebraba en Marbella el 19º Congreso de la Abogacía. En la clausura del mismo, el Presidente del Consejo de la Abogacía española, bailó con gran entusiasmo el pasodoble “Paquito el Chocolatero” haciéndole los coros al artista conocido como King África.
Vamos a ver:
A mí, mientras los titulares de las instituciones cumplan con su cometido, como si contratan a la Filarmónica de Berlín. O como si comen langosta todos los días. Pero lo que llevo muy mal, es que nos estamos acostumbrando a una utilización torticera de los organismos públicos. No son la plataforma de nadie ni sirven a la ambición particular, porque en ese caso no los necesitamos: que cada uno se pague su carrera hacia el poder con sus ahorros y que no toquen nuestros bolsillos.
Además, la mutua contra la que tantos estamos peleando, forma parte del mismo Consejo General de la Abogacía, así que ¿cómo nos vamos a sentir representados por quienes se sientan a su lado y deciden con la mutua en la misma mesa? ¿O quienes participan en Congresos que también promociona y apoya esta entidad?
¿Cuánta más desvergüenza hará falta para que esta profesión vea que lo que estamos pidiendo es dignidad, y una limpieza total de las instituciones? Esto no va de enfrentamientos, eso se los dejamos a políticos irresponsables y jueces vengativos. Esto va de una regeneración desde la raíz de los organismos que debieran protegernos, y, de controlar hasta el último céntimo las cuentas y gastos de todo órgano público. Porque yo no sufrago a quienes se dejan invitar por quienes nos ponen un dogal al cuello, y compadrean con quienes nos condenan a una jubilación paupérrima.
Así que, ya sin bromas, tengo que decirle, Sr. Rabuñal, que no le creo. Ni a usted ni a los Decanos que no hacen nada por los colegiados. Ni a los políticos que cobran para pelearse entre sí. Ni a los jueces endiosados que bajan al barro de la política.
-No creo en usted, Sr. Rabuñal, porque sólo le he visto sacar las uñas en las asambleas contra mis compañeros, a los que responde usted con absoluta falta de empatía y escasa educación. Pero nunca a su favor.
-Porque en Santiago ha ganado la posición contraria a la mutua, pero el Colegio sigue promocionándola en una clara ruptura entre los miembros de la Junta y el resto de los Colegiados.
-No creo que a usted le importe nada más que seguir creciendo mientras con su actitud, se burla de las necesidades de los jubilados, de los viejos abogados. Me produce rechazo la imagen de sus compañeros en Málaga dando una imagen frívola de señoritos ricos mientras el resto de los letrados hablamos directamente de pobreza.
En este “Credo al revés”, confieso que no creo en su idoneidad para representarnos.
Manifiesto que todos ustedes producen pena porque en cuanto suena un Congreso a Costa Rica, tonto el último. Declaro que me asusta enormemente la brecha entre la abogacía institucional y la de a pie.
Creo en los abogados que se dejan la piel en turnos de 24 horas a 50 €. En los que no le han costado a la Seguridad Social ni el precio de un Paracetamol. Admiro a los que sobrellevan la enfermedad, la penuria, la escasez con la dignidad del pobre vergonzante. Me siento en la piel de las compañeras que no disfrutaron de una baja por maternidad. Saco alfombra roja para los que llevan cuarenta años al pie del cañón.
Para el resto de ustedes, qué quiere que les diga… ¡sigan bailando “Paquito el Chocolatero”!
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