28 agosto, 2024
Las portadas de Diario de Santiago y Diario de Vigo destacan como noticia principal el inesperado -para nosotros- fallecimiento de Santiago Rey Fernández-Latorre, presidente y editor de La Voz de Galicia desde 1988. Una personalidad, quizá, de las más influyentes a lo largo de casi medio siglo durante el cual se mantuvo con todos los poderes al frente de un medio de comunicación carismático. Con sede en A Coruña y convertido en una empresa multimedia es hoy una referencia incuestionable dentro y fuera de nuestras fronteras.
El diario, con su influyente editor al frente, fue un adelantado en la implantación de nuevas tecnologías y en la conversión desde un periódico en papel a un grupo periodístico en el que prensa, radio, televisión, publicaciones y otras iniciativas relacionadas con el sector convirtieron la herencia recibida en una de las empresas mejor gestionados de España.
Además, fue un adelantado en la fórmula de ediciones comarcales con suplementos que se intercambian según distintas zonas geográficas para poner en valor la información local y multiplicar su audiencia. Una fórmula compleja que logró amplia implantación en doce cabeceras de zona que van desde A Coruña hasta Vigo, con delegaciones en Santiago, Lugo, Ourense, Pontevedra, Ferrol, Carballo, Monforte, Ribeira, Viveiro, Lalín y Vilagarcía.
Un sistema de alta complejidad que funcionó a lo largo de décadas y bajo su liderazgo como un reloj suizo y logró situar a la histórica cabecera (figura entre el Top-10 de las más antiguas de España) en máximas cotas de audiencia. Hoy es tercero en difusión del país según certifica la Oficina de Justificación de la Difusión (OJD) en sus boletines.
Llegar a la cima es importante, pero mantenerse está al alcance de muy pocos. Santiago Rey ha sido, al margen de otras consideraciones, un editor de raza, volcado en los contenidos, ambicioso en los objetivos, radical en la libertad de expresión, independiente, excelente gestor, exigente en el cumplimiento de las obligaciones del cargo y defensor a ultranza de la independencia que garantice un trabajo riguroso. Casi un apostolado.
A él corresponde el mérito de mantener cifras de tirada en papel que desde un rincón del país traten de tú y tú a los más grandes. La Voz ocupa el puesto número 3 de los medios generalistas impresos en España, tras El País y El Mundo, y por debajo La Vanguardia, ABC y El Correo, editados en Cataluña, Madrid y Bilbao.
Quizá su mayor éxito haya sido haber seleccionado un grupo de profesionales de primer nivel a los que, en definitiva, correspondió catapultar el diario a los primeros puestos. Desde el carismático director de su época, Juan Ramón Díaz, al que más años ocupa la dirección en este siglo, el histórico trabajador de la casa Xosé Luis Vilela, desde 2006. Denominado el ‘hombre tranquilo’ es fiel cumplidor de sus obligaciones, periodista cabal, veterano, excelente conductor de personas y de lealtad absoluta al proyecto. Con él al frente La Voz pisa fuerte en el concierto nacional de la prensa escrita.
Otras personas de excelente currículo fichadas por el editor ausente son Lois Blanco, director general; Manuel Areán, secretario general, y Santiago P. Otero, gerente; cuatro pilares de solvencia vinculados a la empresa por fuertes lazos que sostienen contra viento y marea el ‘imperio’ que apuntala al Grupo Voz.
A todos ellos, y en especial a los familiares y plantilla del grupo, les acompañamos en el dolor. Y a quién pasó ya a la historia como el mejor entre los mejores, le deseamos que descanse en paz. Bien merecido lo tiene.
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