2 noviembre, 2024
Me pregunto qué ocurriría si los Jueces accedieran a sus carreras profesionales pasando previamente un período de prácticas en un bufete de abogados. Y que además de la necesaria formación técnica, tuvieran una visión más global de lo que es el mundo del Derecho. Es cierto que los abogados podemos actuar como Jueces sustitutos, o si se tienen ganas y apoyos políticos, entrar por el llamado 4º turno. Pero los casos en que Sus Señorías cambiaron sus togas con puñetas por otras sin tanto adorno, fueron por lo que yo conozco, para laborar en despachos famosos por los cuantiosos emolumentos que en ellos se perciben. Es decir: que en muchos casos y con honrosas excepciones, de eso de que son carreras vocacionales de servicio público, más bien poquito.
También me he preguntado, por qué los Decanos de los (poco) Ilustres Colegios de Abogados, no trabajan como letrados del Turno de Oficio, cuando se les llena la boca señalando eso del “servicio público” (vide supra o miren ustedes arriba de nuevo) y su importancia como bastión del Derecho a la Justicia gratuita.
Digo yo que a lo mejor carecen de lo mismo que algunos de los jueces que se pasan a determinados despachos: que no tienen vocación por una actividad dura, hermosa, imprescindible… pero muy mal pagada.
Esta reflexión que me hago es para intentar entender a los jueces que se oponen a la suspensión de un juicio, aunque el profesional del Derecho haya advertido que está ejerciendo su derecho a la huelga. Y hasta pareciera a veces que se rieran del esfuerzo de los abogados que están manteniéndola para conseguir unos emolumentos dignos en el turno. Esta huelga es como casi todas, un ejercicio de generosidad, puesto que el incremento en el pago de nuestros esfuerzos profesionales beneficiará a todos: tanto a los que están haciéndola, enfrentándose a Sus Señorías, como a los que están tranquilamente en sus despachos esperando que los demás les resuelvan el entuerto.
Que parece no importarle a nadie el goteo de bajas de abogados, hartos de que casi les salga de sus bolsillos la asistencia a un detenido del turno. Ya hablamos en su momento de los cincuenta (50 €) míseros euros que un graduado en Derecho, a menudo con años de experiencia y conocimiento, cobra por un día de guardia. Por cierto, que me han preguntado varios lectores si este dato era invención mía, escandalizados de lo bajísimo del coste, ya que como me dijo alguno, “por ese dinero, le aseguro que ningún fontanero viene a arreglarme una fuga a mi casa”. Bien sé que el dinero no siempre lo es todo, pero sí una forma de reconocimiento y un bien necesario para hacer eso tan prosaico de pagar facturas y, además, -si es que somos insaciables-, comer caliente.
Debo recordar que cuando Jueces y Letrados de la Administración de Justicia se pusieron de huelga, se suspendieron los juicios sin levantar polvareda, obtuvieron sus justas reivindicaciones salariales y aquí Paz y después Gloria. Pero lo dicho: no han pasado por un bufete y no saben lo que es depender de quien confía sus problemas a tu entendimiento, o aguantar insultos de clientes que a menudo viven al margen de la sociedad y en pleno mono no saben ni qué dicen. Se ve que la cuestión no ha entrado en el temario de ninguna oposición.
El tonillo de suficiencia es el mismo que se gastan los decanos, que son conocedores de la desproporción entre dedicación y beneficio económico, sin que parezca importarles. Personalmente con que nos tratasen con respeto y no se marcasen un Errejón (dícese de un acto de hipocresía total en que “el personaje se come al sujeto”), ya estaría tranquila. Y ya que apareció el político por esta crónica, he de manifestar mi desilusión y mi tristeza con el último referente de un tiempo en que algunos sí creímos que se podía. Como jurista, deseo que se respete su presunción de inocencia. Como mujer, mi apoyo a presuntas víctimas.
Nuestros decanos viven algo así como un metro por encima del suelo agrietado y húmedo, y de los siete decanos de Galicia, sólo las decanas de Ourense y Pontevedra están en el turno de oficio.
Se gastan una cara tan dura, que ignoran hechos como puños. Por ejemplo, que, en esta ciudad, la mayoría de los letrados están en contra de los tejemanejes de la mutua y así lo hemos votado pese a lo cual, en nuestro Colegio se sigue haciendo publicidad de esta y de sus patrocinios.
Ellos siguen bailando como locos en “congresos” de juristas y yéndose de fin de semana y spa con acompañante y todo pagado, mientras hacen declaraciones de una hipocresía tan hiriente, que no sé cómo las palabras no les provocan lesiones en las cuerdas vocales cuando las emiten.
De verdad, si nos queréis tanto como decís, “irse”, que decía la Lola de España. Pues eso: “irse” o sed dignos de los cargos que detentáis, y si queréis ser Primus inter pares, sedlo en honorabilidad, que es algo que no arroja dividendos, pero sí concita el reconocimiento de vuestros iguales.
Está ya muy próximo noviembre, mes en que la tradición sitúa el tránsito entre la vida y la muerte. Dicen que es época en que la línea que separa ambos planos se vuelve tenue, y nuestros amados difuntiños pueden visitarnos por unas horas. Es la fecha del Samaín o del Halloween en la cultura anglosajona, en que las noches y sus sombras se alargan y la luz del amanecer tarda en asomar por nuestras ventanas. En las películas americanas, los niños van de casa en casa pidiendo “truco o trato”. Me pregunto qué habremos hecho mal en esta profesión para que nos hayan hecho víctimas de tantos “trucos” por parte de las instituciones que debieran representarnos y de los políticos de sucesivos gobiernos. También cavilo sobre qué “tratos” se han hecho a nuestra costa para que un grupo limitado que no son ni los más preparados ni los más trabajadores, encadenen juerga tras juerga. Eso sí, para después aparecer en los medios compungidos y erigiéndose en adalides de nuestros derechos… sin estar siquiera en el turno. Ni creer en él, ni importarles los compañeros que sí trabajan por cuantías miserables. A vosotros, decanos, mientas os dejen bailar “Paquito el Chocolatero” e ir a Costa Rica con todo pagado, nuestra jubilación y la dignificación de la profesión os importa muy poco.
Y esto es una vergüenza.
En este mes de reflexión, me gustaría que nuestras autoridades volvieran a sentir la dureza de las calles pisando los mismos socavones que el resto, para que dejaran de sentirse por encima de nadie, porque cuanto más alto se tiene uno en consideración, más dura es siempre la caída.
A los Jueces, les desearía un fantasma de las Navidades pasadas, aquellas que pasaron estudiando entre turrón y turrón, dejándose la juventud y las pestañas. Para que volvieran a ser respetuosos con el esfuerzo ajeno porque saben de noches de trabajo y cansancio sin fin igual que nosotros.
A todos, que recordemos los viejos sueños, antes de que el hastío o “el personaje”, acabe devorándonos, porque vamos teniendo una edad en que el espejo no miente y a menudo nos devuelve una imagen que no nos gusta.
Y si no, pues ya sabéis … “¡irse!”, que diría la Decana de las folclóricas.
¡Divina Lola!
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