
26 febrero, 2025
Fruto de la realidad que le era más próxima y contra la que quería rebelarse, Celso Emilio Ferreiro escribió los versos de Viaxe ao País dos Ananos (1968) aludiendo a los, para él, erráticos comportamientos de una parte de la emigración gallega en su destierro de Venezuela.
Se equivocaba el poeta. O, por decirlo con otras palabras, acaso no necesitaba de tantas alforjas y tan largo viaje para percibir -y escribir sobre ellos- esos mismos comportamientos en los enanos de mente de la Galicia que dejaba tras. Una Galicia que, antes y ahora, sigue incapaz de ver más allá de la torre de la iglesia de su ciudad-aldea y que pese a ser, como sociedad, de las más viajadas del mundo, pareciera que poco o nada aprendió de tales itinerancias. Es decir, Galicia se matriculó en la experiencia de la diáspora, pero ésta poco o nada enseñó a quienes cursaron la obligada asignatura de la emigración. ¡Y mira que hubo oportunidades!
Viene esto a cuento de la que se anuncia como nueva campaña de signo profundamente localista (otra vez la ciudad-aldea) de reivindicar sendas facultades de Medicina para las universidades del Norte y Sur de la Comunidad autónoma. Sobra decir que alentadas desde dos capitales concretas y con evidentes y exclusivos egos corporativistas que satisfacer, que no otra intencionalidad anida tras la reclamación.
Y aunque es un agua más que conocida que vuelve a pasar bajo el mismo puente como lo hizo otrora cuando se quiso torcer la voluntad de un presidente de la Xunta, como ocurre con los independentistas catalanes en sus machaconas reivindicaciones, piensan sus promotores que es desde la insistencia, aprovechando la evidente debilidad discursiva y carácter manifiestamente influenciable de nuestras autoridades autonómicas como van a lograr el propósito, tan huérfano de claridad mental y desconocedor de la realidad como el niño que se empeña en derribar aviones con su tirachinas. Pero es ahí donde están los votos, y ese es argumento decisivo en la única preocupación que anida en San Caetano… Y en el resto del Parlamento.
-Racionalidad,
-¿De qué me habla?
-Sentido común
-¿Pero existe eso?
La repetida y retomada vindicación trae causa directa de otra conjura -también por cuestión de ambición de votos del amplio abanico político autóctono- hecha contra el sentido común con la diversificación de la Universidad de Santiago en otras dos más. Ello, en vez de aplicar el criterio descentralizador -más amplio en el planteamiento y ambición que el conseguido con la disgregación- que, negro sobre blanco, estaba en la mesa del rectorado y que promovía la especialización de los distintos Campus en favor de una enseñanza de calidad sin la necesidad de las duplicidades -de titulaciones obsoletas a personal docente o Pas- a que obligó la creación de dos nuevas universidades para que una y otra sigan, titubeantes, su actual andadura en la valoración de su calidad, francamente mejorable en cualquier ranking que se precie. Es decir, ni siquiera cabeza de ratón llegan a ser. Otra vez el minifundismo aeroportuario.
Un ejemplo meridiano de a dónde nos llevó aquel mal diseñado café para todoslo vemos en la seria advertencia que la Academia Galega de Ciencias hizo, a través del oportuno estudio, hace apenas un lustro y que se resumía con meridiana claridad en el titular “Un informe demoledor alerta de que se investiga en la Universidad de Oporto ya más que en las tres de Galicia juntas” y, para mayor precisión, se destacaba que apenas diez años antes, en 2000, su producción era inferior a la de la Universidad de Santiago sola.
La otrora acreditada Escuela Médica compostelana, inscribiendo nombres de sus profesores hasta en centros sanitarios de referencia en España, hace tiempo que se diluyó fruto de los males endémicos de la falta de financiación, endogamia profesoral, condicionantes infraestructurales de escasez, falta de relevo generacional y, desde la transferencia del INSALUD al Sergas, abandono de la línea investigadora y su directa repercusión en la docencia. Aspecto este último que ha querido contrarrestarse con una medida de la Xunta de semanas atrás, elogiada desde estas mismas líneas.
Ello ha propiciado que, en contra de lo que le ocurre a Farmacia, por citar otro ejemplo próximo, Medicina no esté ni siquiera entre las diez universidades españolas más destacadas en esta disciplina. Valoración que se hace teniendo en cuenta parámetros de preferencia de titulación, tasa de rendimiento, tasa de empleo acorde o prácticas clínicas.
Por eso sorprende que sea justamente ahora cuando, como se señala en esta misma página, los estudios universitarios en España -y más aún los gallegos- están absolutamente desprotegidos por parte de los poderes públicos en su debida financiación -¿recordamos aquí las vicisitudes vividas por la ahora mismo inexistente Facultad de Farmacia?-, se vuelva al trampantojo, a la achicoria de un pretendido café para todos despilfarrador de recursos, en vez de centrar los esfuerzos en la optimización de una enseñanza sanitaria y los correspondientes trabajos investigadores que tornen a situar la Escuela Médica -compostelana, por gallega- en ese ranking de la excelencia.
Hace tiempo que nuestras autoridades están inmersas en una preocupante deriva irreflexiva -Medio ambiente, turismo, medio rural, acuicultura….-, que está dejando la responsabilidad de construir país en manos de una sociedad civil que asiste, con asombro, a la continuada siembra de piedras en el camino por parte de la oficialidad que van en franco desencuentro con la libertad creadora, la iniciativa individual, la apuesta por la calidad, a base de querer conformar a todos con unas migajas subvencionadoras o cumplimientos de irreflexivas ocurrencias, mientras los referentes económicos, empresariales y sociales siguen ahondando sus diferencias con el entorno en el que han de competir.
La experiencia ya nos demostró -caso de la Escuela Superior de Hostelería- de lo absurdo de crear centros en los que educar a jóvenes que acaban -en más de un 80%- ejerciendo sus carreras lejos del territorio, sin antes hacer la mínima reflexión de articular la enseñanza y la investigación en función del territorio y la sociedad a la que se sirve.
Pero este es capítulo sobre el que habrá que volver con más demostrable casuística.
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