12 octubre, 2024
El ministerio de Defensa acaba de decir adiós, luego de veinte años de padecerlo, al peor todoterreno que ha tenido nunca, el Aníbal de Santana, de la factoría del mismo nombre ubicada en la localidad jienense de Linares y del que lo mejor que puede decirse, según conductores y mecánicos que lo tuvieron en sus manos, es que “se rompe cada 5.000 kilómetros” y que no paró de dar problemas desde el primer momento en que, en 2003, fueron entregadas sus primeras 750 unidades a las Fuerzas Armadas.
Recalcitrantes en el despropósito de seguir encargando dichos vehículos militares que al final apenas podían moverse dentro de los acuartelamientos y sin superar los 90 kilómetros por horas (las unidades enviadas a las misiones extranjeras hubieron de ser repatriadas) con un consumo medio de 12 l/100 k, la propia UME recién creada en 2008 se hizo con otras 225 unidades pese a la reiteración de informes técnicos que indicaban problemas tan singulares como fallos en los travesaños, ganchos desviados, fatiga en los burlones que sujetan las ballestas y hasta la repetida pérdida de los tornillos que sujetaban las ruedas, y que pueden consultarse en Google.
Pues bien, aquellas sucesivas adjudicaciones se realizaron desde intereses de exclusiva conveniencia política –y podría decirse que hasta partidista- en favor de una Comunidad gobernada por el PSOE, Andalucía, por decisión del Ministro José Bono y para dar salida a la factoría de la que tuvo que hacerse cargo el Gobierno de la propia Comunidad, presidido por Manuel Chaves. Se trataba, además, de contentar a los miles de trabajadores de Linares con que contaba la factoría, sin apenas carga de trabajo.
Pero el gran perjudicado de esta adjudicación que primó la política –en Galicia gobernaba Manuel Fraga- sobre la viabilidad técnica y económica de una mejor oferta fue la compostelana Urovesa –ahora afincada en Valga- que competía con su modelo Vamtac, una especie de Hummer español que ofrecía muchas más prestaciones todo terreno, además de estar adaptado, desde el origen, para su uso militar y que apenas costaba 3.000 euros más que el fracasado Anibal.
Cierto que la firma compostelana sí pudo trabajar para el Ministerio de Defensa con otras entregas, pero mucho menos relevantes en montante económico, como es cierto también que las unidades que el Ejército español no quiso sí fueron apreciadas por las Fuerzas Armadas de varios otros países, contribuyendo de esa forma a la favorable evolución de la empresa y al crecimiento de su bien ganado prestigio, puntera a nivel mundial en su especialidad, y a quien la no adjudicación de aquel contrato de 2004 provocó serias amenazas de viabilidad.
Ahora la reciente visita de la ministra de Defensa, Margarita Robles, a la sede de Urovesa en Valga, a la que corresponde la foto donde aparece con el CEO de la firma Justo Sierra, y la coincidencia de próximos concursos del Ejército hace pensar –optimistas que somos- si no habrá llegado el momento de que el Gobierno repare aquella injusticia de hace 20 años, haciéndolo, además, sobre apuesta segura dada la insuperable calidad de los vehículos que salen de la factoría gallega. Sería un primer, aunque retardado, propósito de enmienda. Y los Ejércitos españoles serán los primeros en aplaudirlo.
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