23 noviembre, 2024
Que la política hace extraños compañeros de cama, frase del escritor Charles Dudley popularizada por Winston Churchill -y que el genio de Groucho Marx completaría irónicamente con el añadido de “no tanto como el matrimonio”- lo estamos viendo estos días en la cambiante relación del conseguidor Víctor Aldama con miembros del Gobierno y del partido socialista. Porque quien hasta anteayer era un probo ciudadano al que agradecer, en boca de Pedro Sánchez, “lo que estás haciendo. Me tienen informado” e incluso hacerse merecedor, en 2022, de la Orden del Mérito de la Guardia Civil con distintivo blanco por servicios a la Patria de “extraordinaria dificultad”, otorgada por el ministro del Interior, Grande Marlaska, ha pasado a ser, tras su cantata en sede judicial, un “personaje” y un “presunto delincuente” a quien no hay que prestar crédito, justamente por esa situación procesal.
Olvida el presidente que esa misma situación de imputada y, según su lógica, no merecedora de crédito alguno, reza en estos mismos momentos para su esposa, Begoña Gómez -¿Estará de acuerdo?-, o que el ministro Félix Bolaños, y cuando otro denunciante lo hacia contra el PP, aseguraba que “quien colabora con la Justicia tiene el apoyo del Gobierno”. ¿Qué cambió de entonces a hoy? ¿Por qué Luis Bárcenas sí tenía credibilidad y Aldama no?.
Tras la declaración del gran muñidor de la trama que salpica hasta a siete ministerios del Gobierno Sánchez la preocupación en parroquia y cuadros socialistas -Ejecutivo incluido- está en saber “si aparecerá un WhatsApp” que avale las declaraciones del socio de Ábalos y desmonte no solo la estrategia de negar la mayor, sino que convierta en agua de borrajas la querella colectiva que los socialistas presentaron ya contra Aldama por sus declaraciones ante el magistrado Ismael Moreno, de la Audiencia Nacional, en el caso Koldo. Por de pronto, la defensa del imputado arrepentido ha recordado ya ese aviso a navegantes que supone la exceptio veritatis, que, según la RAE, no es otra cosa que la “facultad que corresponde al acusado de un delito de calumnia de probar la realidad del hecho que ha imputado a otra persona, quedando exento de responsabilidad penal”.
Y, por lo declarado por el propio denunciado a la salida del penal y lo que ayer mismo testimoniaban off the record algunos diarios digitales, hacen bien los miembros del Gobierno en exteriorizar dicha preocupación porque, además de dejarse entrever que la del jueves no fue más que la primera y más suave de las andanadas del ahora proscrito, sí se habla ya de la existencia de pruebas digitales que refrendarían lo denunciado, como por otra parte era de esperar a poco que la estrategia de una bien asesorada autodefensa cumpliera su papel.
Pero se equivocan Sánchez y el PSOE si creen que toda la carga de profundidad contra la desvelada trama Ábalos-Koldo y sus amplias ramificaciones se reducen a lo denunciado por Aldama. Ayer mismo, periódicos como TheObjetive y OK Diario seguían los pasos de la UCO con denuncias de nuevas vinculaciones Aldama-Sánchez, en un caso, y de Begoña y su ocultación de Software, por otro. Porque más allá de los ocasionales tsunamis de quien busca la reducción de su pena, la marea de la instrucción sumarial sigue su amenaza con el permanente diagnóstico de gran marejada.
Dicho en otras palabras, en torno a la trama gubernamental en negocios supuestamente merecedores de ser imputados como delitos, hay tiempos judiciales y hay tiempos políticos.
De aquellos, los judiciales, queda mucho camino aún por recorrer hasta conocer cuál será el final de la Justicia. Acaso cuando Pedro Sánchez sea ya un político largamente amortizado.
Respeto de los tiempos políticos, la embravecida marea que azota la credibilidad del Gobierno continuará inmisericorde, día tras día, con el relato de lo mucho que aún queda por transcribir a la UCO y que anida en los ordenadores y demás herramientas digitales incautadas. Y esa circunstancia va a deparar muchas más penas de telediario que el Gobierno Sánchez tendrá que afrontar, siempre con el incondicional apoyo de la agrupación de medios sincronizados, hasta que el hedor por tanta corrupción haga irrespirable el complejo de La Moncloa.
Pero la primera de las declaraciones de Aldama deja ya una imborrable lección acaso incapaz de hacer mella en la exacerbada condición de ególatra de Pedro Sánchez pero que a cualquier otra persona con responsabilidades públicas haría reflexionar. Que ante la opinión pública y publicada -abstracción hecha de los paniaguados a sueldo- la ciudadanía otorgue mayor credibilidad al presunto delincuente antes que a quien rige los destinos de la Nación. La justa correspondencia a quien hizo de la mentira su forma de gobernar.
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