11 noviembre, 2024
Desde 1969, fecha de la publicación del libro, sabemos que “En una jerarquía todo empleado tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia”. Ese es, en síntesis, el enunciado del conocido como principio de Peter que su autor, Laurence Johnston Peter, dio a la luz no sin las lógicas desconfianzas iniciales por parte de las editoriales y gracias al apoyo del escritor y amigo suyo Raymond Hull, que firma con el autor de la teoría la oportuna publicación.
En el caso de la vicepresidente Segunda del Gobierno y Ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, dicho principio, es decir el grado de incompetencia exhibido a lo largo de su carrera política -que otras consideraciones no vienen al caso-, se alcanzó hace ya muchos años, concretamente en su época como concejala y teniente de alcalde de la Corporación ferrolana. Desde entonces aquí, incluida su candidatura a la Xunta de Galicia (con el 0,8 % de los votos), su paso por el Parlamento gallego a la tercera intentona (2912-2016), Congreso de los Diputados como diputada por Pontevedra (desde 2019) y ministra (desde 2020), cuanta actividad pública ha venido desarrollando no es más que la ejemplarización de cómo los peldaños que puede escalar la ineptitud se antojan innumerables. Que ya se sabe que es el de la incompetencia, junto con el de la estupidez, el único valor de nuestra especie que tiende al infinito. Así que aún le queda camino por recorrer.
La política de Fene acumula en su historial como ministra una larga serie de declaraciones lo suficientemente reveladoras de la masa gris que se esconde en su cerebro. Desde el famoso cohete para que los ricos escapen del planeta al inexplicable trabalenguas, fruto de su desconocimiento, de lo que es un ERTE. Pero, además, acompaña la indocumentada verborrea de una incontinencia supuestamente progresista a la hora de hacer propuestas que evidencian su denodado afán por no dejar pasar ni una sola ocasión de mostrar sus manifiestas limitaciones intelectuales.
Ahora la DANA valenciana acaba de estallar justo cuando la ministra se entretenía en ocurrencias varias. Como por ejemplo algo tan progresivo para el bienestar de los trabajadores como es reducir la jornada laboral pero no el sueldo en un país que muestra unos índices de productividad -el 76 % de la media de la Eurozona- que imposibilitan todo progreso social, llegando incluso a la amenaza de recortar las ayudas a las empresas si no aceptan tan imaginativa ocurrencia. O proponer que seamos todos quienes paguemos con impuestos la “rehabilitación integra” de los barrios con menos ingresos. ¿Cómo aquellos sellos en la época de Franco?. La más reciente de otorgar una paga vitalicia, a costa del Estado, es decir de los impuestos ciudadanos, de 825 euros mensuales para las personas LGTBI que manifiesten haber sido perseguidas por el franquismo. O, sin salirse de la misma matraca, “reforzar y aumentar el número de orientadores presentes en todos los centros educativos… que tengan conocimientos sobre diversidad sexual y de género para poder atender a estudiantes LGTBIQA+”, evidentemente que disparando con pólvora del rey. De igual modo, que la declaración de renta sea obligatoria para todos, o crear una hipoteca a tipo fijo regulada que las entidades bancarias tendrían que ofrecer de forma obligatoria a aquellas familias interesadas en comprar una vivienda, conculcando de paso cuanto tenga que ver con el libre mercado amparado por la Constitución. En fin, por no alargar el relato, la exigencia a las empresas de protocolos antiacoso, justo lo que ella no aplicó en el caso de Errejón -ni en Galicia por dos veces-, luego de haber sido advertirá varios meses antes de que saltara a la opinión pública el escándalo de su portavoz parlamentario.
En estas ocurrencias andaba la vicepresidenta cuando estalló, como decimos, la DANA de Valencia, abonado terreno para que nos amenazara con nuevas ventoleras justo en sentido contrario de lo que dice el sentido común y fruto de ese indómito cerebro a la hora de producir monstruos.
El primero, muy empático con las más de 54.000 empresas que lo perdieron casi todo en Valencia, amenazar con duras inspecciones de trabajo a quienes osen incumplir el horario de jornada laboral o fuercen a sus trabajadores a acudir a los puestos de trabajo por encima de las imposibilidades producidas por la propia DANA. ¿De verdad es esa la preocupación principal de empresarios y trabajadores a la hora de salvar lo poco salvable que queda y que no hizo el Gobierno con sus tardanzas?. Según algún medio informativo, hasta los propios inspectores de trabajo se asombran de estas prioridades ministeriales, asegurando que “los empresarios no son el demonio”.
Pero, en una nueva vuelta de tuerca, acaba de proponer y al parecer lo aprobará hoy el Gobierno, la concesión de permisos retribuidos del 100% para los trabajadores afectados por la DANA que no puedan asistir a su puesto de trabajo por el cuidado de familiares, problemas de movilidad o dificultades de conectividad para teletrabajar, medidas que, asegura la ministra, duraran el tiempo que sea preciso. Disposición que ha soliviantado a la patronal por entender que “por hacer política se planteen escudos sociales a costa de empresas que están arruinadas”. ¿Afectará esta medida y la del horario laboral a la Policía Nacional, miembros del Ejército y voluntarios en su denodado esfuerzo por revertir las consecuencias de la DANA? ¿Les enviará Yolanda los inspectores a Marlaska o a Margarita Robles, por tales excesos laborales? ¿Es esta la mejor forma de levantar la arrasada comarca víctima de la furia de las aguas y la incompetencia de los políticos? ¿De verdad no hay ningún acreditado catedrático que les de lecciones en las dos tardes que proponía Miguel Sebastián para enseñar algo a Zapatero?
Emulando el Principio de Peter aludido al comienzo de estas líneas, el humorista gráfico Scott Adams enunció una nueva tesis que bautizó como el Principio de Dilbert, que sentencia que los empleados que nunca han sido válidos son aquellos a los que los jefes ascenderán primero para evitar el daño que puedan causar. Algo que tiene plena justificación en profesiones como la ingeniería, medicina, astrofísica…en evitación de males mayores, pero que aplicada a la política trae los resultados que todos podemos ver en Yolanda Díaz. Bueno, y en la retahíla completa de ministros que conforman ahora mismo el Gobierno sanchista. Pero, como recuerda uno de nuestros refranes “¡Qué sabe el burro lo que es cebada!”
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